RESEÑA DE ARTICULO

En las Memorias del VIII Congreso Nacional de Filosofía editadas por Laura Benítez y José Antonio Robles y publicadas por la Asociación Filosófica de México y la Universidad Autónoma de Aguascalientes en México, 1995, aparece el artículo "El quehacer filosófico de México: una propuesta para mejorarlo" de Ariel F. Campirán Salazar (pp. 47-55). Es interesante en esta propuesta el lugar que la lógica ocupa en la preparación profesional de los filósofos.

Después de un análisis de la situación filosófica mexicana actual, Campirán apunta que las tareas de un filósofo incluyen investigación, asesoría, docencia, e incluso edición, presentación, réplica y reseña de ensayos propios y ajenos. Por ello propone seis "Talleres de Formación" que conformarían una especialización o diplomado "análogo al entrenamiento que recibe un médico al realizar su trabajo social" (p. 53).

Los talleres son (1) Lectura Crítica que incluye investigación documental, razonamiento crítico, teoría de la argumentación e identificación de argumentos y falacias no formales. (2) Discusión Filosófica que enseña como ser un buen organizador, moderador, ponente, replicante y auditorio para diferentes tipos de discusiones. (3) Didáctica que incluye manejo de grupos, técnicas de comunicación y cómo asesorar. (4) Medios Electrónicos que versa sobre los procesadores y editores de textos, bases de datos, correo electrónico, Internet, software filosófico, grupos de discusión por vía electrónica y revistas electrónicas. (5) Composición Filosófica en que se estimula la brevedad y claridad en la redacción de ensayos filosóficos de varios tipos y a varios niveles. (6) Análisis Filosófico que incluye tanto análisis lógico (lógica aplicada de primer orden -proposicional y cuantificacional-, lógicas especiales) como análisis conceptual. El alumno aprende la construcción, reconstrucción y evaluación de argumentos, poniendo énfasis en el rigor lógico y en la precisión conceptual.

Como puede verse, los talleres (1) y (6) tienen fuertes componentes lógicos, el primero informal y el último formal. Sin embargo, no son clases para enseñar lógica (es decir, clases de lógica "docens") sino para enseñar a aplicarla (es decir, de lógica "utens"). Son aplicaciones muy prácticas que pueden responder muchas inquietudes de alumnos intimidados por la aparente falta de relación entre la lógica que han aprendido y sus intereses filosóficos diarios.

La propuesta de Campirán es muy ambiciosa e inmediatamente suscita la pregunta de ¿quiénes pueden ser los maestros? Las habilidades que son el objetivo de estos talleres se han inculcado, si acaso, con el puro ejemplo y sin organización. Son habilidades básicas que rara vez se enseñan metódicamente, aunque se demandan. Tal vez es hora de organizar su enseñanza y de paso promover realistamente el uso de la lógica y no sólo su laborioso aprendizaje.

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