La lógica en México durante el siglo XIX

Alberto Núñez Merchand.

No podemos hablar de la lógica en México durante el siglo XIX sin antes referirnos brevemente a sus antecedentes, éstos se inician con la lógica de Antonio Rubio (1548-1615) durante el siglo XVII, Antonio de Mancilla (1700-1772) y los jesuitas criollos innovadores de la Nueva España en el siglo XVIII.

Por qué hablar de los antecedentes de la lógica en México del siglo XIX y no abordar inmediatamente el tema? Porque el interés sobre esta materia de estudio propiamente filosófica se convierte en una tradición y preocupación nacional que subsiste hasta nuestros días; consideremos al respecto que en México no ha dejado de pensarse sobre la lógica desde el momento en que ésta se conoce y tiene entre sus primeras expresiones la obra de Antonio Rubio titulada Comentario a toda la lógica de Aristóteles hasta este "boletín mexicano" titulado Modus Ponens, que varios estudiosos de la lógica se han preocupado en escribir para su divulgación.

El interés por la lógica no se limita a un interés personal, este interés particular trasciende a un interés nacional donde se engarzan las subjetividades para dar lugar a una tradición propiamente mexicana.

No detallaremos sobre la importancia de las obras de lógica de Rubio y Mancilla, puesto que ya han sido estudiadas ampliamente por especialistas como Walter Redmond y Mauricio Beuchot respectivamente, entre otros destacados investigadores; por el momento sólo comentaremos el título de las obras, su año de publicación y sus autores, para pasar del siglo XVII al siglo XVIII y finalmente situarnos en el siglo XIX, con las obras más significativas y los pensadores decimonónicos más representativos en México del último siglo mencionado. Cabe destacar que esta tarea se realizó gracias al financiamiento de la DGAPA que favoreció el proyecto de investigación llamado "Una aproximación a la historia de las ideas filosóficas en México en el siglo XIX y primera mitad del XX" coordinado por la maestra Carmen Rovira, y del cual ha surgido un libro de próxima publicación.

Durante el siglo XVII destacó como ya hemos comentado antes, la lógica del jesuita español Antonio Rubio titulada Commentarii in Universam Aristotelis Dialecticam (Comentario a toda la lógica de Aristóteles) (1603), que en Europa se conoció con el nombre de Lógica mexicana y fue editada en dieciocho ocasiones en seis países del continente europeo, obra a la que Descartes se refirió en algún momento.

La lógica de Antonio de Mancilla (1700-1772) fue representativa del siglo XVIII, se tituló Cursus Philosophicus iuxta firmierem, celsioremque Angelici D. Thomas doctrinam y fue publicada en 1737.

Posteriormente destacan en ese mismo siglo las obras de los jesuitas criollos innovadores de la Nueva España como Alegre, Abad y Clavijero, quienes generalmente titularon a sus obras, salvo algunas excepciones, Cursus Philosophicus y se conocieron en las ciudades de Querétaro, Puebla y, desde luego, en el más importante centro de estudios jesuitas como el Colegio Máximo de S. Pedro y S. Pablo. Otras dos obras destacadas de este siglo donde se incluyó un apartado de la lógica, ya que eran obras de mayor envergadura, fueron los Elementa Recentioris Philosophiae (1774) del muy conocido padre oratoriano Juan Benito Díaz de Gamarra (1745-1783). Poco tiempo después el gran jesuita Andrés de Guevara y Basoazabal (1748-1801) publicó en el destierro, allá en Italia, sus Institutionum Elementarium Philosophiae (1800), que de las ciudades italianas como Roma y Venecia pasó a España para ser conocida y difundida en Valencia, Madrid, Zaragoza, Sevilla y Barcelona.

En seguida expondremos brevemente cinco momentos representativos de la lógica decimonónica y de principios de siglo XX en México.

El primer momento lo representa la figura y obra de fray Francisco Frejes (1784-1845) quien comprende a la lógica todavía como "arte de pensar". Su situación histórica es el período posindependentista y su principal inquietud radica en aportar un método de estudio lógico ad hoc a las características físicas, culturales e intelectuales de los mexicanos de esa época. En la obra de Frejes se puede reconocer la lectura del empirismo inglés, principalmente a Locke, el sensualismo francés de Condillac y una aproximación al materialismo francés. La obra de Frejes lleva por título Arte de pensar y expresar nuestros pensamientos (1839). Entiende Frejes a la lógica como un "arte" que el ser humano debe poseer para favorecer las diversas maneras de articular y expresar sus pensamientos sin violentar sus disposiciones naturales.

En el segundo momento debemos considerar la obra de José Julián Tornel y Mendivil (1801-1860), amigo del régimen santanista; Tornel cuestiona los planteamientos del materialista francés Destutt de Tracy, valorando del pensamiento del mismo la importancia que da a la ideología y a la gramática para integrarlas a la lógica. Cabe destacar que Tornel se refiere explícitamente a la obra del jesuita Andrés de Guevara y Basoazabal que anteriormente mencionamos. El título de la obra de Tornel es Elementos de Lógica e Ideología (1845-1846), donde se entiende estrictamente a la lógica como la ciencia que "dirige y ordena las operaciones del entendimiento humano para que pueda encontrar la verdad". También podemos considerar en este segundo momento las reflexiones que sobre la naturaleza de la Lógica realizó Clemente de Jesús Munguía, 1810-1868, en su obra El pensamiento y su enunciación. Munguía presenta una idea de la Lógica como ciencia. Divide a la Lógica en "...ideología, que trata de las ideas, gramática general que expone filosóficamente la teoría del lenguaje; y método, que fija las reglas invariables a que ésta sujeta la disposición de las ideas y el uso de la palabra, ya para descubrir, ya para exponer la verdad". Concede Munguía una gran importancia al método inductivo. Habla del "sentido íntimo" pero lo refiere a una esfera restringida del conocimiento. Realiza cierta crítica a Aristóteles y a la Lógica empleada por una escolástica decadente: "...las formas escolásticas empleadas en la Lógica con exceso". Propone una solución ecléctica.

El tercer momento lo representa el pensador Zacarías Oñate (1823-1887) cuyas obras se publicaron después de muerto con el nombre de Obras filosóficas (1884), Oñate elabora una teoría del conocimiento que toma el nombre de Nociología en la que se puede observar la influencia de Malebranche y a Oñate como un crítico de Kant.

El cuarto momento, ya en la segunda mitad del siglo XIX, es en realidad un prisma de diversos intereses ideológicos y ricas polémicas, donde destacaron el positivismo, el krausismo, el catolicismo dogmático y el catolicismo liberal. La lógica se enfoca, ideológicamente en este momento, de diversas maneras coincidiendo la mayoría de los pensadores en concebir a la lógica como un "arte científico".

El positivismo está representado por Luis E. Ruiz (1857-1914) quien publicó su obra titulada Nociones de lógica (1882) donde se afirma que la lógica tiene como objetivo principal "dar los medios para probar las verdades inferidas" o "enseñar el método"; Porfirio Parra (1845-1912), quien publicó en 1903 su Nuevo sistema de lógica inductiva y deductiva, dice que la lógica es el "arte científico" que "está basado en el conocimiento de las leyes a que en su ejercicio obedecen las facultades intelectuales" y Manuel Flores (1853-1929) quien en 1909 publicó para la Escuela Nacional de Agricultura y Veterinaria el Compendio de lógica. Flores comprende a la lógica como la "ciencia de los métodos de investigación y de prueba de verdad establecida por inferencia". Todos los pensadores antes mencionados siguen principalmente al filósofo inglés Stuart Mill.

Sus críticos contemporáneos incluyeron a Manuel Brioso y Candiani (1859-1945) quien publicó en la última década del siglo XIX su obra Nociones intuitivas de lógica en forma de explicaciones no para sabios sino para estudiantes y las damas e incorporó en ella el pensamiento del filósofo español Jaime Balmes (1810-1848) y algunos planteamientos del positivismo; en este sentido la obra de Brioso y Candiani se caracteriza por ser un discurso lógico ecléctico que no queda sometido a los conceptos de un catolicismo dogmático ni a los del positivismo; entiende Brioso y Candiani a la lógica como el "arte científico que, estudiando las leyes del entendimiento, en relación con la verdad, dirige al primero, para la investigación y demostración de la segunda, en la inferencia". Ejemplos del catolicismo dogmático lo son la obra de Pedro L. Llamas titulada Lógica al alcance de los niños (1880) y la obra de un autor desconocido titulada Apuntes de Lógica, Cosmología y Psicología (1880) de la que sólo sabemos que el presbítero Pedro Sandoval anexó a los apuntes de lógica y cosmología los de psicología. En esta obra se dice que la lógica "dicta las leyes generales a que debe ajustarse la mente humana en adquisición de la ciencia, y nos dispone convenientemente para discernir entre lo verdadero y lo falso". Estas dos últimas obras se caracterizan por ser una apología del catolicismo dogmático.

El último momento, primera década del siglo XX, lo configura la obra y figura de J. J. Jiménez quien publica en 1906 su obra Compendio de Lógica, donde a nuestro parecer, probablemente se encuentra una influencia del krausismo o quizá, en forma hipotética, la lectura de la obra del filósofo francés Henri Bergson (1859-1941). J. de J. Jiménez comprende a la lógica como arte y como ciencia considerando para esta definición su orientación formal o aplicada.

El lector encontrará en el discurso titulado Lógico-epistémico de nuestra obra próxima a publicarse, un estudio sobre Teodosio Lares (1806-1870) quien publicó en 1849 los Elementos de Sicología y un estudio dedicado a Manuel Larrainzar (1809-1884) titulado Algunas consideraciones sobre historia y manera de escribir la de México (1865), que strictus sensus no son propiamente obras de lógica pero guardan una relación con las obras mexicanas dedicadas a la lógica de los pensadores decimonónicos, no sólo por el rigor lógico de su discurso, sino sobre todo porque la psicología y la historia fueron significativos temas de interés para los mexicanos que escribieron una lógica durante el siglo XIX y principios del XX.

Ya para terminar sólo nos resta apuntar brevemente sobre la importancia que tuvo la metodología para los pensadores decimonónicos mexicanos. Interés de donde se desprenden dos categorías centrales que prevalecieron en el discurso lógico y metodológico, entre otros, principalmente del siglo XIX, aunque no podemos descartar a priori su posible utilización en los siglos precedentes. Nos referimos a la categoría del sentido íntimo que se encuentra ya en la obra del jesuita novohispano Andrés de Guevara y Basoazabal y que fue retomada por Francisco Frejes, José Julián Tornel y Mendivil, Teodosio Lares, Porfirio Parra y Manuel Brioso y Candiani, considerados entre los más importantes pensadores dentro del discurso Lógico-epistémico del siglo XIX. La otra categoría es el testimonio de los hombres, que fue difundida por Francisco Frejes, José Julián Tornel y Mendivil, Porfirio Parra, Manuel Brioso y Candiani y J. de J. Jiménez. La importancia de estas categorías radica en el engarce de los autores antes mencionados, que a nuestro parecer conforman una tradición no sólo por el interés particular hacia la lógica sino también por el empleo de estas categorías.

Cabe llamar la atención al lector para motivar no sólo la lectura de estas obras, sino también, para nuevamente ver su importancia como libros de texto para la enseñanza actual de la lógica, puesto que el principal interés de los autores fue crear obras que sirvieran a los estudiantes de lógica para una comprensión fácil y accesible de esta materia.

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