ENTREVISTA A LORENZO PEÑA
(Primera Parte)

por Antonella Attili
En una época como la actual, donde lo fragmentario, lo particularizado, lo contingente, lo provisorio, lo efímero, lo virtual, lo difuso, lo gradual, en diferentes esferas del conocimiento, de la cultura y de la vida, se afirman y se vuelven banderas difusas del sentir, y marcan también las reflexiones teóricas de tipo hermenéutico, gnoseológico, ético, ontológico), ¿qué lugar puede ocupar la preocupación para con un sistema lógico?

El lugar puede verse desde dos ángulos opuestos. Un adepto de la lógica clásica le dirá que la lógica sirve como un tribunal inapelable absoluto, intangible, que en medio de todo ese mundo de fenómenos que usted señala de precariedad, fragilidad, insuficiencia, devenir, interconexión de opuestos, gradualidad, difusividad,  en medio de todos ellos, la lógica encontraría, hallaría lo verdadero y la verdad escaparía a todo eso. Aquellos serían fenómenos -por así decirlo superficiales o periféricos que no afectarían a la verdad. Y ésta sería una verdad simple de todo o nada. Entonces el lógico clásico le diría que más que nunca hace falta la lógica, justamente para captar lo que escapa a todos esos fenómenos de imperfección y, rascando esas cáscaras que son en cierto modo nocivas -o, por lo menos, obstáculos que se interponen llegar al núcleo duro que es el  de la verdad y ahí no tenemos nada de todo eso. Es un posible enfoque.
A mí me resulta como el enfoque del que para huir "del mundanal ruido" -como decía un clásico de la literatura española quiere refugiarse en una especie de santuario de recogimiento y de perfección, al margen del mundo. Creo que de algún modo ese tipo de enfoque, que sin duda tiene su atractivo, nos divorcia del mundo porque el mundo sigue estando ahí y sigue teniendo todos esos fenómenos.
Otro posible enfoque de ese lugar sería buscar una lógica que se adapte al mundo, en vez de hacer adaptar el mundo a la lógica, por un procedimiento de dejar de lado una serie de fenómenos; hacer que la lógica se adapte al mundo y sea una lógica que tenga en cuenta todos esos fenómenos y en particular la gradualidad. Que sea una lógica de lo gradual, una lógica gradualista, en la cual las determinaciones opuestas no se excluyan siempre (algunas veces sí , pero no siempre) y no forzosamente de manera absoluta, sino que haya también una posibilidad entroncar opuestos en grados diferentes y, entonces, en ese entronque, dar cuenta de todos esos fenómenos de fragilidad, precariedad, de tránsito, de devenir. A mi en particular me parece más razonable y más convincente esta segunda opción.


Más que por la preocupación por el fenómeno, el sentir de la época se impregna de posmodernismo y hace propias banderas que contraponen el conocimiento de lo real a lo universal, a la racionalidad fuerte.

En este fenómeno hay que distinguir dos cosas: una reacción, que puede ser saludable, frente al rigorismo purista de la lógica clásica con sus oposiciones duras y, por tanto, con un patrón de racionalidad que difícilmente se acopla a la realidad compleja, cambiante, precaria y gradual del mundo. En este sentido, la reacción puede ser positiva, aunque a lo mejor lo que se acabe proponiendo en esa reacción no sea tan positivo.
Luego, más allá de esa reacción positiva, puede haber -y me temo que hay -en parte de los fenómenos de la posmodernidad una reacción ya más generalizada, exagerada contra la racionalidad en general o contra el universal en general.
Yo creo que el universal es defendible justamente en una visión de gradualismo, de gradualidad. El universal tiene su papel también, pero no es tal como se lo imaginaba la lógica clásica, que creía que tenía forzosamente que escapar al devenir; que los universales, cuando son de oposición mutua, tenían que tener una oposición absoluta y que no podían coexistir nunca los contrarios. En este sentido, sí, se puede rechazar. Si se combate una racionalidad fuerte, con mayúsculas, con pretensiones de absolutez, está muy bien; si se va más allá y se cae en ese tipo -a veces de nihilismo, en el cual le da a uno la impresión de que caen algunos posmodernos y si se diluye toda la racionalidad hasta el punto de querer una filosofía postracional, pues ahí ya lo lamentaría.
La empresa filosófica es una empresa racional, de conocimiento racional. Que hemos de buscar pautas de racionalidad suficientemente flexibles y razonables, como para tener en cuenta al mundo en esas facetas en las cuales el mundo se da y de las cuales se lo quería privar -y es imposible privarlo de todo esolo comparto, pero sigue siendo una empresa racional: razonablemente racional.


Considerando los desarrollos del pensamiento crítico contemporáneos, así como los desarrollos en lógica, ¿qué es kantianamente  razonable y legítimo esperar de la lógica y qué deberíamos saber que la lógica no nos puede dar?

Debemos saber que lo que no puede dar la lógica es muchísimo, ya que la lógica estudia la realidad sólo en sus rasgos más universales y, por tanto, fuera de la lógica cabe casi todo porque toda la riqueza de la realidad son los rasgos específicos de uno u otro dominio, de uno u otro ente. La lógica es muy pobre, en comparación con la inmensa riqueza de la realidad.
¿Qué nos puede enseñar, qué puede aportar? Muchísimas cosas, tanto en el orden lógico como en el orden práctico. Nos puede enseñar, puede desarrollar nuestra capacidad de argumentación, puede desarrollar nuestra capacidad de inferencia; si no tuviéramos capacidad de inferencia de antemano ni siquiera podríamos estudiar lógica, eso es evidente.
A partir de una capacidad que tenemos de pensar, de reflexionar, de razonar, nos ayuda muchísimo a pensar mejor, nos entrena; es como un entrenamiento que nos hace pensar de manera más rigurosa, nos ayuda a seleccionar mejor nuestros razonamientos, a descartar sofismas, a distinguir razonamientos genuinos de los que no lo son. Y, todavía más importante, la lógica nos enseña a sacar más inferencias, a inferir más; es decir, estimula e incentiva nuestra capacidad inferencial, ya que muchas veces no sacamos suficientes consecuencias de lo que pensamos. Eso puede parecer un poco extraño, pero no lo es: si pensamos en por qué mucha gente comete ciertos errores, teóricos y prácticos, es porque no razona lo suficiente; no es que no razone, ni siquiera a veces es que cometa sofismas -que también por supuesto se da-, pero muchas veces es que no está tan incentivada para tomar una pluralidad de premisas y sacar de ellas conclusiones.
Se dice: Ah, bueno, pero Fulano se da cuenta de esto, aquello y lo otro. ¿Cómo es que no...?, pues porque no razona suficiente; o sea, no es que no sepa razonar, pero no lo suficiente: no está lo suficientemente entrenado para estar razonando, para estar sacando conclusiones. Yo creo que quien tiene un entrenamiento lógico y además una motivación lógica -hay quien estudia la lógica como algo que es obligatorio aprender pero no motiva para nada-, quien adquiere un acercamiento a la lógica más motivador y más internalizado creo que adquiere mayor capacidad de inferencia. Pero ésta es sólo uno de los muchos servicios que puede prestar la lógica.
La lógica puede prestar miles porque puede permitir, ya en otro terreno, una lógica deóntica y jurídica que tenga una aplicabilidad efectiva a nuestro razonamiento normativo, sin el cual no hay tampoco vida humana: sin una cierta normatividad, explícita o implícita, no hay vida humana posible; ni siquiera en la unidad de convivencia más pequeña, que es la pareja. Incluso en el plano de la pareja hay una cierta normatividad implícita de cosas que son lícitas y que no; cosas a las cuales uno está comprometido y cosas a las que no. Algunas de ellas explícitas y otras implícitas; éstas últimas hay que extraerlas mediante una cierta lógica: lógica de las normas, de ese tipo de normativa. Sin una cierta lógica no se puede hacer y esa lógica tiene que ser una lógica de normas, una lógica de la normatividad. Y quien la puede ofrecer es la lógica.
Por supuesto que se puede vivir sin eso, igual que se puede vivir sin miles de cosas, porque al fin y al cabo se puede vivir sin cama, se puede vivir sin ventanas; la humanidad pues ha vivido sin todo eso. Pero no hay ningún motivo para, pudiendo vivir mejor, vivir peor; no hay ningún motivo para, pudiendo tener una reflexión argumentada basada en una buena lógica, prescindir de eso.

Como provocación: entre  premisas y conclusiones muchas veces no se trata de un problema de insuficiencia lógica, sino de que en la vida real uno llega a otras conclusiones simplemente porque esas premisas y ese razonamiento por más que nos parezcan válidos, llegan a intervenir otro tipo de elementos, afecciones, pasiones en términos spinozistas; a pesar de que x o y aparezca racional, válido, ello puede no ser suficiente o se imponen otras "razones".

Bueno, las interferencias afectan  al lógico como a cualquier otro y los afectos de suyo no están mal. El afecto están muy bien y nuestra vida sería muy pobre si no tuviera el elemento afectivo. Pero es verdad que muchas veces tenemos todos los elementos de juicio para extraer una conclusión, no se nos escapan las reglas de inferencia con las cuales se puede extraer la conclusión, tenemos la conclusión en la punta de la lengua, -por decirlo así pero hay una interferencia de un prejuicio, de una opinión ajena que nos están inculcando, de un sentimiento, de un hábito; se dan todos estos factores.
Con todo, creo que entre más habituado esté uno a reflexionar lógicamente, a usar reglas de inferencia lógica, más fácil es que prevalezca el razonamiento lógico; también es cuestión de hábito. Aquí entraría un poco en la lógica aquello de Pascal, que tiene esas paradojas tan curiosas, por ejemplo. Hablo de ese consejo que da, aquél que dice "yo querría seguir esos consejos, de creer y apostar para que exista, pero no tengo la fe, me falta la fe. ¿Qué puedo hacer? No tengo ese impulso." Pascal dice "es muy sencillo: vete a la iglesia, toma agua bendita, santíguate, sigue la pauta y el ejercicio de algún modo te acercará, te pondrá en las condiciones de creer, de tener fe."
Yo creo que en la lógica el ejercicio mismo del razonar, el imponerse a uno mismo razonar mucho le produce un hábito, al cual también se le coge cariño. También uno le coge cariño al razonar, también uno le coge cariño a su propia racionalidad; y el tomar cariño a su propia racionalidad también es un afecto que puede contrabalancear otros que pueden ser dañinos -en principio no es que sean dañinos pero pueden llegar a serlo cuando son obstáculo para pensar o actuar racionalmente.

¿Cuáles condiciones pueden hacer hoy que una concepción lógica resulte dotada de atractivo y plausibilidad, para el científico, por supuesto, mas también para el no científico, para quien la teoría no es parte de su vida y está absorto en lo cotidiano, lo inmediato?

Es un problema dificilísimo que se plantea en lógica como en todo lo demás; no creo que sea un problema específico de la lógica el de señalar la pertinencia de lo que uno hace para la realidad, para el pensamiento, para la reflexión, de quien no se ocupa profesionalmente de eso.
Cuando el científico estudia circuitos eléctricos, por ejemplo, directamente nadie ve -lo que es ver-, salvo un profesional, la pertinencia de tal estudio pero se sabe indirectamente y como a todos nos gusta tener buenos equipos electrónicos en nuestra casa, indirectamente otorgamos esa confianza y por los resultados los conocemos, y esos resultados la verdad es que nos seducen y nos encantan. El lógico no puede ofrecer directamente ese tipo de productos y la relevancia tiene que hacerla patente con un esfuerzo mayor de esclarecimiento, de buscar la pertinencia de lo que dice para esa reflexión normal. Pero yo no conozco ninguna receta universal en ese sentido; creo que es un esfuerzo constante que el lógico tiene que hacer para ir encontrando ejemplos, que sean claros, pertinentes, que el no profesional, el no lógico pueda ver, dentro de la comunidad filosófica y fuera de la comunidad filosófica.
Algunos lo han conseguido: por ejemplo, las lógicas difusas. Tanto han conseguido que ciertos estudiosos encuentren la pertinencia y la relevancia, que hay todo un desarrollo gigantesco de ingeniería  electrónica y eléctrica basado en lógicas difusas. No lo han conseguido hasta ahora fuera de ese ámbito, o apenas. No lo han conseguido porque quizá tampoco han trabajado suficientemente en otros ámbitos; por ejemplo, en éste de la lógica deóntica y jurídica que es obviamente pertinente para nuestra vida y es difícil decir que no.
Entonces, curiosamente, es en lo más duro de la ciencia y de la técnica, en toda esa ingeniería de circuitos electrónicos y temas similares, donde estas lógicas, que sin embargo son prometedoras para muchísimos campos, han logrado más éxito fuera del ámbito del lógico estrictamente profesional.


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