PROGRAMACIÓN DE CURSOS DE ARGUMENTACIÓN EN FILOSOFÍA
Hubert Marraud, Universidad Autónoma de Madrid
A lo largo de mi carrera he
impartido cursos de lógica y de argumentación de distinta duración, propósito y
enfoque en distintos niveles y titulaciones universitarias. Podría decir,
precisando un poco más, que con el cambio de siglo he pasado de impartir cursos
de lógica formal a impartir principalmente cursos de argumentación. Si menciono
mi trayectoria docente es porque quiero tratar con Uds. una serie de cuestiones
que surgen de ella y quiero hacerlo desde esa experiencia. Puede parecer
que una asignatura instrumental de
lógica informal para alumnos de primero de grado, una asignatura de
argumentación filosófica dirigida a estudiantes con una formación previa en
lógica formal, y una asignatura de máster concebida para debatir las cuestiones
centrales de la teoría de la argumentación son cosas muy distintas. Sin
embargo, en la práctica las diferencias han sido menores de lo esperable. La
argumentación no forma parte del currículo del bachillerato español y tampoco
suele recibir una atención explícita en la universidad. La falta de
conocimientos previos obliga a incluir en cualquiera de los cursos mencionados
una extensa introducción a los conceptos y técnicas básicas de la
argumentación.
El paso de la lógica formal a la
argumentación no es una singularidad de mi carrera, ni –espero– un mero síntoma
de pérdida de facultades y decadencia intelectual. En la universidad española y
en el marco de los estudios de filosofía, la lógica formal y la lógica informal
comparten un mismo espacio e incluso compiten por él. Con eso quiero decir,
entre otras cosas, que quienes enseñamos argumentación nos formamos como
lógicos formales, y que cuando las universidades diseñan los planes de estudios
de filosofía suele plantearse el dilema “lógica formal o argumentación”. La
expresión “argumentación” tal y como vengo empleándola es deliberadamente vaga,
y puede referirse a cosas muy distintas entre sí (como la lógica informal, el pensamiento
crítico, la teoría de la argumentación, la pragmadialéctica o incluso el
análisis del discurso). La uso para designar un campo de estudio, diferenciado
de la lógica formal, y no una disciplina científica. Según Umberto Eco (La
estructura ausente), una disciplina se caracteriza por tener un método
unificado y un objeto concreto, y un campo de investigación por tener un simple
repertorio de temas aún no unificados del todo.
Desde la década de 1970, los
planes de estudio de la licenciatura en Filosofía incluían normalmente el
equivalente a una asignatura anual obligatoria de lógica formal, oferta que con
alguna frecuencia se completaba con optativas de historia de la lógica,
filosofía de la lógica o lógicas no clásicas. La lógica formal se había impuesto
en el curriculum filosófico universitario español a la lógica
tradicional aristotélico-tomista tras un debate no del todo incruento. Eso
explica la presencia casi obligada, como una concesión a los derrotados, de la
historia de la lógica en los planes de estudio españoles. La lógica formal sustituyó
a la lógica tradicional, y eso quiere decir que tendió a darse por sentado que
era una herramienta mejor, más moderna y rigurosa, para cumplir los mismos
propósitos. Remito a este respecto a "La lógica
que aprendimos" (Theoria vol.18, núm.48, sept.2003, pp. 327-349). Creo
que esa es una de las causas por las que se ha asociado la lógica formal con
una teoría normativa de los buenos argumentos, una asunción ahora cuestionada
desde las diversas teorías de la argumentación.
En España, los cursos de
argumentación no aparecieron en el curriculum de los estudios filosóficos hasta
la segunda mitad de la década de 1990, bajo la forma de asignaturas optativas.
Solo con la última reforma de los planes de estudio (a partir del 2006) han
aparecido en varias universidades asignaturas obligatorias específicamente
dedicadas a la argumentación. Si nos guiamos por los nombres usados, los
contenidos de argumentación están presentes en aproximadamente la mitad de las
universidades españolas que ofrecen estudios de filosofía. No obstante, eso
puede ser bastante engañoso, porque con el nombre de “Lógica y teoría de la
argumentación” se imparten a veces cursos estándar de lógica formal o de
historia de la lógica.
Existe un amplio consenso sobre
lo que debe enseñarse en un curso normal de lógica formal en el grado en
filosofía, como puede comprobarse comparando los manuales al uso. No sucede lo
mismo con la argumentación. Aun más, la existencia de manuales es un indicio de
consolidación, por lo que no sorprenderá que prácticamente no haya manuales de
argumentación en español (quizá lo más parecido sea mi Methodus Argumentandi).
Si la argumentación ha de consolidarse y ocupar un lugar reconocible dentro del
sistema educativo en general es preciso fijar algunos estándares para los
distintos niveles.
En estos momentos estoy
escribiendo un manual de argumentación dirigido a estudiantes universitarios de
primer y segundo curso de grado. Ante la ausencia de un canon establecido, para
escribirlo he tenido que responder a algunas preguntas y tomar ciertas
decisiones. ¿Han sido acertadas? ¿En qué medida están justificadas? Un manual
solo puede aspirar a establecer un estándar si recoge y amplía cierto consenso
previamente existente. Por eso quiero aprovechar la ocasión que me brinda la
amable invitación a participar en este encuentro para hacer una puesta en
común.
A continuación voy a formular
esquemáticamente las cuestiones a las que trataré de responder en la
conferencia para después poder debatirlas con Uds.
1. Hay que distinguir el adiestramiento en argumentación, para lo que podría reservarse la denominación “pensamiento crítico”, y el estudio de la argumentación, que es lo que corresponde a la teoría de la argumentación. ¿Qué atención deben prestar los estudios universitarios al pensamiento crítico y a la teoría de la argumentación?
2. Aunque la distinción establecida en el párrafo anterior es razonablemente clara y ampliamente reconocida, en la práctica suscita varias cuestiones: ¿Es posible enseñar la práctica de la argumentación sin guiarse por una teoría de la argumentación? ¿El estudio de la teoría de la argumentación mejora por sí mismo las competencias argumentativas de los sujetos?, etc.
3. Para determinar cuál es el lugar de la argumentación dentro de los estudios universitarios hay que decir cuál es su lugar en el bachillerato. Parece claro que toda persona educada debe poseer ciertas capacidades y conceptos argumentativos, y que la programación de los estudios universitarios de argumentación debe partir de conocimientos comunes garantizados por la enseñanza secundaria.
4. Como es bien sabido, la argumentación puede estudiarse desde distintas perspectivas: lógica, retórica, dialéctica, lingüística, etc. Todos esos hilos se entrecruzan formando la trama de la argumentación. ¿Cómo integrar esas perspectivas de forma coherente? ¿Cuándo y en qué medida deben estar presentes en un curso universitario de argumentación, y en particular en un curso dirigido a estudiantes de filosofía?
5. Al establecer la programación docente, el énfasis puede ponerse en la evaluación de argumentos (como se hace en la lógica informal o en el pensamiento crítico) o en la producción de argumentos (como en los cursos de escritura académica). Aunque son aspectos complementarios, y desde luego compatibles, dónde se ponga el énfasis influirá en los contenidos del curso. El estudio de las falacias, por ejemplo, parece más importante para la evaluación que para la producción de argumentos.
6. ¿Cuál es el papel y el sentido de la argumentación en filosofía? ¿Tiene una importancia especial para el ejercicio de la filosofía que justifique la presencia de asignaturas específicas de argumentación en el plan de estudios?
7. ¿La argumentación filosófica reviste características propias y significativas, que la diferencien, por ejemplo, de la argumentación jurídica o de la usada en las ciencias sociales? ¿Es deseable que haya cursos universitarios generales de argumentación o han de concebirse cursos distintos para cada tipo de público universitario?
8. ¿Es filosófico el estudio de la argumentación? Es decir, ¿le corresponde de alguna manera y a algún respecto el estudio de la argumentación a la filosofía? Ralph Johnson mantiene que solo puede explicarse satisfactoriamente la noción de argumento dentro de un tratamiento filosófico de la racionalidad y Hitchcock afirma que la lógica informal es una rama de la filosofía. Para otros, el estudio la argumentación no es más filosófico que la lógica formal. Desde este punto de vista, la filosofía de la argumentación no es una teoría de la argumentación sino una reflexión sobre ella.
9. ¿Cuál es la relación entre la lógica formal y el estudio de la argumentación? La cuestión que quiero plantear no es si el estudio de la lógica formal, de las relaciones de consecuencia entre proposiciones, es valioso por sí mismo y debe formar parte del curriculum filosófico o si toda persona educada debe tener algunos conocimientos de lógica y cuáles. Lo que me interesa es si el estudio de la lógica formal es provechoso para el estudio de la argumentación, si forma parte de él o si lo presupone, o si por el contrario son conocimientos mutuamente independientes.
10. Finalmente, los manuales son un primer paso hacia la normalización de los contenidos de argumentación dentro de los estudios universitarios de filosofía. Para ir más allá sería importante disponer no solo de manuales reconocidos, sino también de tests comparables a los de razonamiento crítico (como los de Watson-Glaser o Ennis-Weir, por citar dos bien conocidos). Como dicen los psicólogos, lo que no se evalúa se devalúa.