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Damit (Q.V.) tritt allerdings30 an Stelle des ursprünglichen Erlebnisses ein wesentlich anderes; insofern ist also zu sagen, die Reflexion verändere das ursprüngliche Erlebnis. Aber das gilt für jede, auch für die natürliche Reflexion. Sie verändert ganz wesentlich das vordem naive Erlebnis; es verliert ja den ursprünglichen Modus des geradehin --- 35eben dadurch, daß sie zum Gegenstand macht, was vordem Erlebnis, aber nicht gegenständlich war. Aber die Aufgabe der Reflexion ist ja nicht, das ursprüngliche Erlebnis zu wiederholen, [73]sondern es zu betrachten, und auszulegen, was in ihm vorfindlich ist. Natürlich liefert der Übergang in dieses Betrachten ein neues intentionales Erlebnis, das in seiner intentionalen Eigenheit Rückbeziehung auf das frühere Erlebnis eben dieses selbst, 5und nicht ein anderes, bewußt und eventuell evident bewußt macht. Eben dadurch wird ein Erfahrungswissen, zunächst ein deskriptives, möglich, dasjenige, dem wir alle erdenkliche Kenntnis und Erkenntnis von unserem intentionalen Leben verdanken. Das bleibt also auch bestehen für die transzendental-phänomenologische10 Reflexion. Das Nicht-mitmachen der Seinsstellungnahme der geraden Hauswahrnehmung von seiten des reflektierenden Ich ändert nichts daran, daß sein reflektierendes Erfahren eben erfahrendes der Hauswahrnehmung ist, mit allen ihren vordem ihr zugehörigen und sich fortgestaltenden Momenten. 15Und dazu gehören in unserem Beispiel die Momente der Wahrnehmung selbst als des strömenden Erlebens und die des wahrgenommenen Hauses rein als solchen. Es fehlt dabei auf der einen Seite nicht die dem (normalen) Wahrnehmen eigene Seinssetzung (der Wahrnehmungsglaube) im Modus der Gewißheit wie auf seiten20 des erscheinenden Hauses der Charakter des schlichten Daseins. Das Nicht-mitmachen, Sich-enthalten des phänomenologisch eingestellten Ich ist seine Sache, und nicht die des von ihm reflektiv betrachteten Wahrnehmens. Im übrigen ist es selbst einer entsprechenden Reflexion zugänglich, und nur durch 25sie wissen wir etwas davon.
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Con esto (Q.V.) surge, ciertamente en el lugar de la vivencia primitiva, otra esencialmente distinta, por lo que hay que decir que la reflexión altera la vivencia primitiva. Pero esto vale para toda reflexión, también para la natural. Esta altera esencialmente la anterior vivencia ingenua, haciéndola perder el modo primitivo de "directa", precisamente por hacer objeto suyo lo que antes era vivencia, y no nada objetivo. Mas la tarea de la reflexión no es repetir la vivencia primitiva, [73]sino contemplarla y exponer lo que se encuentra en ella. Naturalmente, el tránsito a esta contemplación da por resultado una nueva vivencia intencional, que en su carácter intencional de "reflexión sobre la vivencia anterior", hace presente, y en casos evidentemente presente, esta misma vivencia anterior y no otra. Justamente por esto se hace posible un saber empírico, ante todo descriptivo, aquel al que debemos toda noción y conocimiento posible de nuestra vida intencional. Pues bien, lo mismo sigue valiendo para la reflexión fenomenológico-trascendental. El no llevar a cabo simultáneamente el yo que reflexiona la posición de la realidad de la percepción directa de la casa, no altera en nada el hecho de que la experiencia reflexiva del yo es precisamente experiencia de la percepción de la casa, con todas las notas que antes le pertenecían y siguen precisándose. Y en estas notas entran, en nuestro ejemplo, las de la percepción misma, como vivencia en curso, y las de la casa percibida, bien que puramente en cuanto tal. No falta por un lado la posición de la realidad, propia del percibir (normal), la creencia cierta en la percepción, ni por el lado de la casa percibida el carácter de lo sencillamente "existente". El "no llevar a cabo simultáneamente",/82/ el abstenerse, del yo en actitud fenomenológica, es cosa suya, y no del percibir contemplado reflexivamente por él. Por lo demás, él mismo es accesible a una reflexión análoga y sólo por medio de ella sabemos de él.