CM (32) - Hua I 100

Aber nun ist zu bemerken, daß dieses zentrierende Ich nicht ein leerer Identitätspol ist (so wenig irgendein Gegenstand das 30ist), sondern vermöge einer Gesetzmäßigkeit der transzendentalen Genesis mit jedem der von ihm ausstrahlenden Akte eines neuen gegenständlichen Sinnes eine neue bleibende Eigenheit gewinnt. Entscheide ich mich z.B. erstmalig in einem Urteilsakte für ein Sein und So-sein, so vergeht dieser flüchtige Akt, 35aber nunmehr bin ich und bleibend das so und so entschiedene Ich, [101]ich bin der betreffenden Überzeugung. Das sagt aber nicht bloß, ich erinnere mich oder kann mich weiterhin des Aktes erinnern. Das kann ich auch, wenn ich inzwischen meine Überzeugung aufgegeben habe. Nach der Durchstreichung ist sie nicht mehr meine 5Überzeugung, aber sie ist es bis zu ihr hin bleibend gewesen. Solange sie für mich geltende ist, kann ich auf sie wiederholt zurückkommen und finde sie immer wieder als die meine, die mir habituell eigene, bzw. mich als das Ich, das überzeugt ist --- durch diesen bleibenden Habitus als verharrendes Ich bestimmt 10ist; ebenso für jederlei Entscheidungen, Wert- und Willensentscheidungen. Ich entschließe mich --- das Akterlebnis verströmt, aber der Entschluß verharrt --- ob ich passiv werdend in dumpfen Schlaf versinke oder andere Akte durchlebe --- er ist fortdauernd in Geltung; korrelativ: ich bin hinfort der so Entschlossene, und 15solange, als ich den Entschluß nicht aufgebe.
CM (32) 120 - Hua I 100

Ahora bien, hay que observar que este yo centrípeto no es un vacío polo de identidad (no más que lo es ningún objeto), sino que, en virtud de una ley de la "génesis trascendental", gana una nueva propiedad duradera con cada acto de un /121/nuevo sentido objetivo irradiado por él. Si, por ejemplo, en un primer momento me resuelvo en un acto de juicio por una existencia y una esencia, este fugaz acto pasa, pero desde este momento y duraderamente soy el yo resuelto de este modo, [101]"yo soy de la opinión correspondiente". Pero esto no quiere decir meramente que me acuerde o pueda seguir acordándome del acto. Esto puedo hacerlo aun cuando entretanto haya "abandonado" mi opinión. Después de borrarla ya no es mi opinión, pero lo ha sido duraderamente hasta entonces. Mientras es válida para mí, puedo "tornar" reiteradamente a ella, y siempre me encuentro con ella como con la mía, con la que me es propia habitualmente; o bien, me encuentro a mí mismo como el yo que es de esta opinión, que está determinado como un yo persistente por este hábito duradero. Igualmente sucede con toda clase de resoluciones, valorativas y volitivas. Yo me resuelvo y la vivencia, el acto, transcurre, pero la resolución perdura. Lo mismo si, tornándome pasivo, me hundo en la torpeza del sueño, que si vivo en otros actos, la resolución prosigue teniendo vigencia.

Correlativamente, yo soy en adelante el resuelto de ese modo, y lo soy mientras no abandone, en cuanto soy un yo, la resolución.