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Kontrastieren wir die in diesem Sinne transzendentale mit der traditionellen Erkenntnistheorie.

5Deren Problem ist das der Transzendenz. Sie will, auch wenn sie als empiristische auf der gewöhnlichen Psychologie fußt, nicht bloße Psychologie der Erkenntnis sein, sondern die prinzipielle Möglichkeit der Erkenntnis aufklären. Das Problem erwächst ihr in der natürlichen Einstellung und wird 10auch weiter in ihr behandelt. Ich finde mich vor als Mensch in der Welt, und zugleich als sie erfahrend und sie, mich eingeschlossen, wissenschaftlich erkennend. Nun sage ich mir: alles, was für mich ist, ist es dank meinem erkennenden Bewußtsein, es ist für mich Erfahrenes meines Erfahrens, Gedachtes meines Denkens, Theoretisiertes15 meines Theoretisierens, Eingesehenes meines Einsehens. Erkennt man, F. Brentano folgend, die Intentionalität an, so sagt man: Intentionalität als Grundeigenheit meines psychischen Lebens bezeichnet eine reale, mir als Menschen wie jedem Menschen hinsichtlich seiner rein psychischen Innerlichkeit zugehörige20 Eigenheit, und schon Brentano hat sie in den Mittelpunkt der empirischen Psychologie des Menschen gerückt. Die Ich-Rede dieses Anfangs ist und bleibt die natürliche Ich-Rede, sie hält sich und auch die ganze Problemführung weiterhin auf dem Boden der gegebenen Welt. Und so heißt es nun, und ganz 25verständlich: Alles, was für den Menschen, was für mich ist und gilt, tut das im eigenen Bewußtseinsleben, das in allem Bewußthaben einer Welt und in allem wissenschaftlichen Leisten bei sich selbst verbleibt. Alle Scheidungen, die ich mache zwischen echter und trügender Erfahrung, und in ihr zwischen Sein und Schein, verlaufen30 in meiner Bewußtseinssphäre selbst, ebenso wenn ich in höherer Stufe zwischen einsichtigem und nicht einsichtigem Denken, auch zwischen a priori Notwendigem und Widersinnigem, zwischen empirisch Richtigem und empirisch Falschem unterscheide. Evident wirklich, denknotwendig, widersinnig, denkmöglich,35 wahrscheinlich usw., all das sind in meinem Bewußtseinsbereich selbst auftretende Charaktere am jeweiligen intentionalen Gegenstand. Jede Begründung, jede Ausweisung von Wahrheit und Sein verläuft ganz und gar in mir, und ihr Ende ist ein Charakter im cogitatum meines cogito.

[116]Darin sieht man nun das große Problem. Daß ich in meinem Bewußtseinsbereich, im Zusammenhang der mich bestimmenden Motivation zu Gewißheiten, ja zu zwingenden Evidenzen komme, das ist verständlich. Aber wie kann dieses ganze, in der Immanenz 5des Bewußtseinslebens verlaufende Spiel objektive Bedeutung gewinnen? Wie kann die Evidenz (die clara et distincta perceptio) mehr beanspruchen, als ein Bewußtseinscharakter in mir zu sein? Es ist (unter Beiseitelegung der vielleicht nicht so gleichgültigen Ausschaltung der Seinsgeltung der Welt) das Cartesianische Problem,10 das durch die göttliche veracitas gelöst werden sollte.

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Contrastemos la teoría del conocimiento trascendental en este sentido con la tradicional.

Su problema es el de la trascendencia. Aun allí donde en cuanto empirista se apoya en la psicología corriente, esta teoría no quiere ser mera psicología del conocimiento, sino esclarecer en principio la posibilidad del conocimiento. El problema brota para ella dentro de la actitud natural y /139/es tratado dentro de esta actitud. Yo me encuentro, en cuanto ser humano, en el mundo, y al par teniendo experiencia de éste y conociéndolo, yo incluido en él, científicamente. Así, yo me digo: todo lo que existe para mí, existe gracias a mi conciencia cognoscente, es para mí lo experimentado en mi experiencia, lo pensado en mi pensar, lo teorizado en mi teorizar, lo penetrado en mi penetrarlo. Si se admite la intencionalidad, siguiendo a F. Brentano, se dice: la intencionalidad, en cuanto propiedad fundamental de mi vida psíquica, designa una propiedad real, inherente a mí, en cuanto ser humano, como a todo ser humano, por lo que respecta a su pura intimidad psíquica, y ya Brentano la situó en el centro de la psicología empírica del hombre. La primera persona de este discurso inicial es y sigue siendo la primera persona natural, que se mantiene, y mantiene el desarrollo entero del problema, en el terreno del mundo dado. Y así dice, y muy razonablemente: todo lo que existe y vale para el hombre, para mí, lo hace en la vida de su propia conciencia, que permanece encerrada en sí misma en todo su ser conciencia de un mundo, y en toda su actividad científica. Todas las distinciones que hago entre experiencia veraz y engañosa, y dentro de ella entre realidad y apariencia, tienen lugar en la esfera misma de mi conciencia, igual que cuando distingo, en un grado superior, entre pensar que se penetra de las cosas y que no se penetra de ellas, entre lo a priori necesario y contrasentido, entre lo empíricamente justo y lo empíricamente falso. Evidentemente real, lógicamente necesario, contrasentido, lógicamente posible, probable, etcétera, todo esto son caracteres que se presentan dentro de la esfera de mi conciencia adherentes a algún objeto intencional. Toda fundamentación, toda prueba de hecho de una verdad o de la existencia de un ser, tiene lugar pura y exclusivamente en mí, y su término es un carácter en el cogitatum de mi cogito.

[116]Se ve el gran problema. Que yo llegue dentro de la esfera de mi conciencia, dentro del orden de las motivaciones/140/ que me determinan, a certidumbres, incluso a evidencias irresistibles, es cosa que se comprende. Pero ¿cómo puede ganar significación objetiva todo este juego habido en la inmanencia de la vida de conciencia? ¿Cómo puede la evidencia (la clara et distincta perceptio) pretender ser algo más que un carácter de conciencia en mí? Es (dejando a un lado la eliminación, quizá no tan indiferente, del valor de realidad del mundo) el problema cartesiano que debía resolverse por medio de la divina veracitas.