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Die Frage nach an sich ersten Evidenzen scheint sich ohne 5Mühe zu erledigen. Bietet sich als eine solche nicht ohne weiteres die Existenz einer Welt? Auf die Welt bezieht sich das alltäglich handelnde Leben, auf sie auch beziehen sich alle Wissenschaften, unmittelbar die Tatsachenwissenschaften, mittelbar, als Instrumente der Methode, die apriorischen. Allem voran ist das Sein der 10Welt selbstverständlich --- so sehr, daß niemand daran denken wird, es ausdrücklich in einem Satz auszusprechen. Haben wir doch die kontinuierliche Erfahrung, in der uns diese Welt immerfort als fraglos seiende vor Augen steht. Aber so sehr diese Evidenz an sich früher ist als alle Evidenzen des weltzugewandten Lebens 15und aller Weltwissenschaften --- deren tragender Grund sie beständig ist ---, so werden wir doch bald bedenklich, wiefern sie in dieser Funktion apodiktischen Charakter beanspruchen kann. Und wenn wir diesem Bedenken nachgehen, zeigt sich, daß sie auch nicht den Vorzug der absolut ersten Evidenz beanspruchen 20kann. Was das eine anbelangt, so ist die universale sinnliche Erfahrung, in deren Evidenz uns die Welt beständig vorgegeben ist, offenbar nicht so ohne weiteres als eine apodiktische Evidenz in Anspruch zu nehmen, die also die Möglichkeit eines Zweifelhaftwerdens, ob die Welt wirklich sei, bzw. die ihres Nichtseins absolut25 ausschließen würde. Nicht nur daß Einzelerfahrenes die Entwertung als Sinnenschein erleiden kann, auch der jeweils ganze, einheitlich überschaubare Erfahrungszusammenhang kann sich als Schein erweisen, unter dem Titel zusammenhängender Traum. Den Hinweis auf diese möglichen und vorkommenden Umschläge 30der Evidenz brauchen wir nicht schon als eine hinreichende Kritik der Evidenz in Anspruch zu nehmen und darin einen vollen Beweis für die Denkmöglichkeit eines Nichtseins der Welt trotz ihres beständigen Erfahrenseins zu sehen. Wir behalten nur so viel, daß die Evidenz der Welterfahrung zu Zwecken einer radikalen35 Wissenschaftsbegründung jedenfalls erst einer Kritik ihrer Gültigkeit und Tragweite bedürfte, daß wir sie also nicht fraglos [58]als unmittelbar apodiktisch in Anspruch nehmen dürfen. Es genügt demgemäß nicht, alle uns vorgegebenen Wissenschaften außer Geltung zu setzen, sie als für uns unzulässige Vor-Urteile zu behandeln. Auch ihren universalen Boden, den der Erfahrungswelt,5 müssen wir der naiven Geltung berauben. Das Sein der Welt auf Grund der natürlichen Erfahrungsevidenz darf nicht mehr für uns selbstverständliche Tatsache sein, sondern selbst nur ein Geltungsphänomen.
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La cuestión de si existen evidencias primeras en sí parece poder despacharse sin dificultad. ¿No está ahí sencillamente como tal la existencia de un mundo? Al mundo se refiere en su actividad la vida cotidiana, a él se refieren también todas las ciencias, directamente las ciencias fácticas; indirectamente, como instrumentos del método, las ciencias apriorísticas. Más que ninguna otra cosa es de suyo comprensible la existencia del mundo, tanto que a nadie se le ocurrirá enunciarla expresamente en una proposición. En efecto, estamos haciendo sin interrupción la experiencia en que este mundo se presenta de continuo a nuestros ojos como incuestionablemente existente. Pero con ser esta evidencia tan anterior en sí a todas las evidencias de la vida orientada hacia el mundo y de todas las ciencias del mundo ---cuya constante base sustentadora es ella---, pronto nos deja cavilosos el saber hasta qué punto pueda reclamar en esta función un carácter apodíctico. Y si insistimos en esta cavilación, se descubre que tampoco puede reclamar el rango de la evidencia absolutamente primera. Por lo que toca a lo primero, es patente que no puede reclamarse sin más para la experiencia sensible universal, en cuya evidencia nos está dado constantemente el mundo, una evidencia apodíctica, que en cuanto tal excluiría la posibilidad de tornarse dudosa la realidad del mundo o la posibilidad de la inexistencia de éste. No se trata sólo de que un objeto empírico determinado pueda padecer la desvaloración de convertirse en ilusión de los sentidos; también el conjunto entero de la experiencia abarcable como unidad en cada caso, puede revelarse y parece haberse revelado en Descartes como ilusión, como, por decirlo así, un sueño universal. La simple referencia a la posibilidad de estas repentinas y totales mutaciones/59/ de la evidencia, no debe ser tomada por nosotros como una crítica suficiente de ésta, ni debemos ver sencillamente en ella una prueba de la posibilidad de pensar la inexistencia del mundo, a pesar de la constante experiencia que estamos teniendo de él. Nos limitamos a afirmar que la evidencia de la experiencia del mundo necesitaría en todo caso, a los fines de una fundamentación radical de la ciencia, de una previa crítica de su validez y alcance, o sea, que no podemos tomarla incuestionablemente [58]como apodíctica. No basta, por consiguiente, poner en suspenso todas las ciencias existentes, tratándolas como prejuicios inadmisibles para nosotros. Por lo pronto, también tenemos que despojar de su validez ingenua a la base de todas ellas, al mundo de la experiencia. La existencia del mundo admitida sobre la base de la evidencia de la experiencia natural, no puede seguir siendo para nosotros un hecho comprensible de suyo, sino sólo un fenómeno de validez.