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Ein Geigenton dagegen mit seiner objektiven Identität ist durch Abschattung gegeben, er hat seine wechselnden Erscheinungsweisen. Sie sind andere, je nachdem ich mich der Geige 5nähere oder von ihr entferne, je nachdem ich im Konzertsaal selbst bin oder durch die geschlossenen Türen hindurch höre usw. Keine Erscheinungsweise hat den Anspruch als die absolut gebende zu gelten, wiewohl eine gewisse im Rahmen meiner praktischen Interessen als normale einen gewissen Vorzug hat: im Konzertsaale,10 an der "richtigen" Stelle höre {82}ich den Ton "selbst", wie er "wirklich" klingt. Ebenso sagen wir von jedem Dinglichen in visueller Beziehung, es habe ein normales Aussehen; wir sagen von der Farbe, Gestalt, vom ganzen Ding, das wir bei normalem Tageslicht sehen und in der normalen Orientierung zu uns, so 15sehe das Ding wirklich aus, die Farbe sei die wirkliche u. dgl. Aber das deutet nur auf eine Art sekundärer Objektivierung im Rahmen der gesamten Dingobjektivierung hin; wie man sich leicht überzeugen kann. Es ist ja klar, schnitten wir unter ausschließlicher Festhaltung der "normalen" Erscheinungsweise die 20übrigen Erscheinungsmannigfaltigkeiten und die wesentliche Beziehung zu ihnen durch, so bliebe vom Sinn der Dinggegebenheit nichts mehr übrig.
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Por el contrario, una nota de violín, con su identidad de objeto, se da por medio de un matiz, tiene sus cambiantes modos de aparecer. Estos son distintos según que me acerque al violín o me aleje de él, según que esté en la sala misma del concierto o escuche a través de las puertas cerradas, etc. No hay modo de aparecer que tenga la pretensión de pasar por aquel en que se da absolutamente la nota, aun cuando dentro del marco de mis intereses prácticos tenga uno de ellos como normal ciertas ventajas: en la sala de conciertos, en el lugar "justo", oigo la nota "misma" tal como suena "realmente". Igualmente decimos de todo lo que tiene carácter de cosa en sentido visual: que tiene un aspecto normal; decimos del color, la forma, de la cosa entera que vemos a la luz normal del día y en la orientación normal relativamente a nosotros, que tal es el aspecto real de la cosa, que tal color es el real, etc. Pero esto sólo se refiere a una especie de objetivación secundaria dentro del marco de la objetividad total de la cosa; como fácilmente cabe convencerse de ello. Es claro, en efecto, que si, manteniendo exclusivamente el modo "normal" de aparecer, amputamos las restantes multiplicidades de apariencias y la esencial relación con ellas, no quedaría ya nada del sentido de "darse cosas".