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Als angewandte Phänomenologie leistet sie [die Phänomenologie] also (Q.V.) an jeder prinzipiell eigenartigen Wissenschaft die letztauswertende 20Kritik und damit insbesondere die letzte Sinnesbestimmung des "Seins" ihrer Gegenstände und die prinzipielle Klärung ihrer Methodik. So begreift es sich, daß die Phänomenologie gleichsam die geheime Sehnsucht der ganzen neuzeitlichen Philosophie ist. Zu ihr drängt es schon in der wunderbar tiefsinnigen Cartesianischen25 Fundamentalbetrachtung hin; dann wieder im Psychologismus der Lockeschen Schule, Hume betritt fast schon ihre Domäne, aber mit geblendeten Augen. Und erst recht erschaut sie Kant, dessen größte Intuitionen uns erst ganz verständlich werden, wenn wir uns das Eigentümliche des phänomenologischen 30Gebietes zur vollbewußten Klarheit erarbeitet haben. Es wird uns {119}dann evident, daß Kants Geistesblick auf diesem Felde ruhte, obschon er es sich noch nicht zuzueignen und es als Arbeitsfeld einer eigenen strengen Wesenswissenschaft nicht zu erkennen vermochte. So bewegt sich z.B. die transzendentale Deduktion der 35ersten Auflage der Kritik der reinen Vernunft eigentlich schon [134]auf phänomenologischem Boden; aber Kant mißdeutet denselben als psychologischen und gibt ihn daher selbst wieder preis.
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Como fenomenología aplicada ejerce [la fenomenología], pues (Q.V.), sobre toda ciencia peculiar en principio, la última crítica valorativa y en especial la última determinación del sentido del "ser" de sus objetos y la aclaración en principio de sus métodos. Se comprende, pues, que la fenomenología sea, por decirlo así, el secreto anhelo de toda la filosofía moderna. Hacia ella se tiende ya en la maravillosamente profunda meditación fundamental de Descartes; luego, dentro del psicologismo de la escuela de Locke, vuelve Hume a /143/pisar casi en sus dominios, pero a ojos ciegas. Y mucho más la divisa Kant, cuyas máximas intuiciones sólo nos resultan del todo comprensibles cuando nos hemos puesto perfectamente en claro lo peculiar del dominio fenomenológico. Entonces nos resulta evidente que la mirada del espíritu de Kant descansaba sobre este campo, aunque no lograra apropiárselo todavía, ni reconocer en él el campo de trabajo de una ciencia esencial rigurosa y aparte. Así, se mueve, por ejemplo, la deducción trascendental de la primera edición de la Crítica de la razón pura propiamente ya [134]sobre terreno fenomenológico; pero Kant lo interpreta erróneamente como psicológico y, por ende, lo abandona de nuevo.