I1 (88) - Hua III/1 204

Nun gehen wir in die phänomenologische Einstellung über. (Q.V.) Die transzendente Welt erhält ihre "Klammer", wir üben in Beziehung10 auf ihr Wirklichsein èpoqué. Wir fragen nun, was im Komplex noetischer Erlebnisse der Wahrnehmung und gefallenden Wertung wesensmäßig vorzufinden ist. Mit der ganzen physischen und psychischen {183}Welt ist das wirkliche Bestehen des realen Verhältnisses zwischen Wahrnehmung und Wahrgenommenem ausgeschaltet;15 und doch ist offenbar ein Verhältnis zwischen Wahrnehmung und Wahrgenommenem (wie ebenso zwischen Gefallen und Gefallendem) übrig geblieben, ein Verhältnis, das zur Wesensgegebenheit in "reiner Immanenz" kommt, nämlich rein auf Grund des phänomenologisch reduzierten Wahrnehmungs- und 20Gefallenserlebnisses, so wie es sich dem transzendentalen Erlebnisstrom einordnet. Eben diese Sachlage soll uns jetzt beschäftigen, die rein phänomenologische. Es mag sein, daß die Phänomenologie auch hinsichtlich der Halluzinationen, Illusionen, überhaupt der Trugwahrnehmungen etwas zu sagen hat, und vielleicht 25sehr viel: evident ist aber, daß dieselben hier, in der Rolle, die sie in der natürlichen Einstellung spielten, der phänomenologischen Ausschaltung verfallen. Hier haben wir an die Wahrnehmung und auch an einen beliebig fortgehenden Wahrnehmungszusammenhang (wie wenn wir ambulando den blühenden Baum betrachten) 30keine Frage der Art zu stellen, ob ihm in "der" Wirklichkeit etwas entspricht. Diese thetische Wirklichkeit ist ja urteilsmäßig für uns nicht da. Und doch bleibt sozusagen alles beim alten. Auch das phänomenologisch reduzierte Wahrnehmungserlebnis ist Wahrnehmung von "diesem blühenden Apfelbaum, in diesem Garten 35usw.", und ebenso das reduzierte Wohlgefallen Wohlgefallen an diesem selben. Der Baum hat von all den Momenten, Qualitäten, Charakteren, mit welchen er in dieser Wahrnehmung erscheinender, "in" diesem Gefallen "schöner", "reizender" u. dgl. war, nicht die leiseste Nuance eingebüßt.
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Ahora pasemos a la actitud fenomenológica. (Q.V.) El mundo trascendente queda "colocado entre paréntesis"; practicamos la èpoqué por referencia a su ser de veras. Y preguntamos con qué nos encontramos esencialmente en el complejo de vivencias noéticas de la percepción y de la valoración que es el agrado. Con el mundo entero físico y psíquico, ha quedado desconectada la "verdadera" existencia /215/de la relación real en sentido estricto entre percepción y percepto; y, sin embargo, ha quedado, patentemente, como resto una relación entre la percepción y el percepto (como igualmente entre el agrado y lo grato), una relación que viene a darse esencialmente en "pura inmanencia", es decir, puramente sobre la base de la vivencia de percepción y agrado fenomenológicamente reducida tal como se inserta en la corriente trascendental de las vivencias. Justo esta situación es la que debe ocuparnos ahora, la puramente fenomenológica. Es posible que la fenomenología tenga algo que decir, y quizá mucho, también con respecto a las alucinaciones, ilusiones, percepciones engañosas en general; pero es evidente que éstas, aquí, en el papel que desempeñaban en la actitud natural, sucumben a la desconexión fenomenológica. Aquí no tenemos que hacer a la percepción, ni a ninguna serie progresiva de percepciones (como cuando ambulando contemplamos el árbol en flor), ninguna pregunta como la de si le corresponde algo en "la" realidad. Esta realidad tética ya no está para nosotros ahí como sujeto de un juicio. Y, sin embargo, todo sigue, por decirlo así, igual que antes. También la vivencia de percepción fenomenológicamente reducida es percepción de "este manzano en flor, en este jardín, etc.", e igualmente el agrado reducido, agrado por este mismo árbol. Este no ha perdido ni el más leve matiz de todos los elementos, cualidades, caracteres con los cuales aparecía en la percepción, era "bello", "seductor", etc., "en" el agrado.