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Die Wahrnehmungsverläufe, vermöge deren die eine und selbe äußere Welt vor mir steht, zeigen nun nicht immer den gleichen 35Stil, sondern es machen sich Unterschiede bemerkbar. Zunächst sehen dieselben unveränderten Objekte je nach den wechselnden Umständen bald so, bald anders aus. Dieselbe unveränderte Gestalt hat ein wechselndes Aussehen, je nach der Lage [59]zu meinem Leib, sie erscheint in wechselnden Aspekten, die "sie selbst" mehr oder minder "günstig" darstellen. Sehen wir davon ab und betrachten wir die realen Eigenschaften, so hat dasselbe gestaltidentische5 Objekt je nach seiner Stellung zu einem leuchtenden Körper verschiedene Erscheinungsfarben (Erfüllung der Gestalt) und bei verschiedenen leuchtenden Körpern wiederum verschiedene, aber in geregelter und erscheinungsmäßig näher zu bestimmender Weise. Dabei stellen sich gewisse10 Bedingungen als die "normalen" heraus: das Sehen bei Sonnenlicht und hellem Himmel, ohne Einwirkung anderer die Erscheinungsfarbe bestimmender Körper. Das "Optimum", das hierbei erreicht wird, gilt als die Farbe selbst, im Gegensatz etwa zum Abendrot, das alle Eigenfarbe 15"überstrahlt". Alle anderen Eigenschaftsfarben sind "Aussehen von", "Erscheinungen von" dieser ausgezeichneten Erscheinungsfarbe (die "Erscheinung" nur in einem anderen Sinne heißt, nämlich mit Rücksicht auf die noch zu besprechende höhere Stufe des physikalischen 20Dinges). Aber zum Dinge gehört es, daß diese normale Farbe sich doch wieder wandelt, eben je nach dem Auftreten von beleuchtenden Körpern, von hellem oder trübem Tageslicht, nur daß bei Rückkehr in die normalen Umstände dieselbe Farbe zurückkehrt: "an sich" gehört zum Körper eine Farbe als an sich seiende,25 die im Sehen erfaßt wird, die aber immer wieder anders aussieht, und deren Aussehen durchaus von den objektiven Umständen abhängt, die sich mehr oder minder leicht abhebt (mit dem Grenzfall der Unsichtbarkeit), womit der Grad der Sichtbarkeit auch der Gestalt zusammenhängt.
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Ahora bien, los cursos de percepción gracias a los cuales está ante mí uno y el mismo mundo externo, no siempre muestran /91/el mismo estilo, sino que pueden observarse diferencias. Ante todo, los mismos objetos inalterados se ven, según las circunstancias cambiantes, tan pronto de un modo, tan pronto de otro. La misma figura inalterada tiene un aspecto cambiante según la posición [59]respecto de mi cuerpo; aparece en aspectos cambiantes, los cuales la exhiben a "ella misma" más o menos "favorablemente". Si prescindimos de ello y consideramos las propiedades reales, entonces el mismo objeto, idéntico en cuanto a la figura, tiene, según su puesto respecto de un cuerpo luminoso, diferentes colores aparentes (llenado de la figura) y diferentes a su vez con diferentes cuerpos luminosos, pero de una manera regulada y que, por lo que toca a la aparición, puede ser determinada con mayor precisión. En ello, ciertas condiciones se ponen de manifiesto como las "normales": el ver con luz de sol y cielo despejado, sin influencia de otros cuerpos que determinen el color aparente. Lo "óptimo" que aquí se alcanza vale como el color mismo, en oposición, por ejemplo, al arrebol vespertino, que "eclipsa" todos los colores propios. Todos los otros colores, en cuanto propiedades, son "aspectos de", "apariciones de" este color aparente señalado (que se dice "aparición" sólo en otro sentido, a saber, en atención al nivel superior de la cosa física, del que después habremos de tratar). Pero pertenece a la cosa que este color normal se mude de nuevo, dependiendo precisamente de los cuerpos iluminadores que se presenten, de la claridad o turbiedad de la luz diurna; sólo que, al volver a las circunstancias normales, vuelve el mismo color: al cuerpo le pertenece "en sí" un color como existente en sí, el cual es captado en la visión, pero que cada vez se ve distinto ---y su aspecto depende por completo de las circunstancias objetivas---, y se destaca más o menos fácilmente (con el caso límite de la invisibilidad), con lo que el grado de visibilidad también está en conexión con la figura.