I2 (22) - Hua IV 97

Hier (Q.V.) können wir aber verschiedene Linien ziehen und tun dieses zuerst so, daß wir das Ich als reines Ich gewinnen, eben dasjenige, von dem wir im ersten Buch schon viel gesprochen haben. Zu diesem Zwecke beschränken wir uns also 20auf intentionale Erlebnisse, die "wir" jeweils "vollzogen" haben und durch die hindurch wir, oder sagen wir deutlicher: Ich, der ich jeweils "denke", den Ichstrahl auf das Gegenständliche des Aktes gerichtet haben. Wir fixieren nun das Ich, das im "ich denke" selbst waltet, und rein als welches es da waltet, also das 25Ich, das in absoluter Zweifellosigkeit als das "sum cogitans" gegeben ist. Als absolut Gegebenes, bzw. zur Gegebenheit im a priori möglichen Blick fixierender Reflexion zu Bringendes, ist es ganz und gar nichts Geheimnisvolles oder gar Mystisches. Ich nehme mich als das reine Ich, sofern ich mich rein als den nehme, 30der im Wahrnehmen gerichtet ist auf das Wahrgenommene, im Erkennen auf das Erkannte, im Phantasieren auf das Phantasierte, im logischen Denken auf das Gedachte, im Werten auf das Gewertete, im Wollen auf das Gewollte; in jedem Aktvollzuge [98]liegt ein Strahl des Gerichtetseins, den ich nicht anders beschreiben kann als seinen Ausgangspunkt nehmend im "Ich", das dabei evidentermaßen ungeteilt und numerisch identisch bleibt, während es in diesen mannigfaltigen Akten lebt, in ihnen sich 5spontan betätigt und in immer neuen Strahlen durch sie hindurch auf das Gegenständliche ihres Sinnes geht. Genauer gesprochen, ist übrigens das reine Ich je nach der Art des vollzogenen Aktes in sehr verschiedenen Modi auf Objekte bezogen.
I2 (22) 133 - Hua IV 97

Aquí (Q.V.) podemos, empero, trazar diferentes líneas y hacerlo primero de tal manera que arribemos al yo como yo puro, precisamente aquel del cual ya hemos hablado mucho en el libro primero. Con este propósito nos limitamos, por ende, a vivencias intencionales que "nosotros" en cada caso hemos "ejecutado" y a través de las cuales nosotros ---o digamos más pulcramente: yo, que en cada caso "pienso"--- hemos dirigido el rayo del yo a lo objetivo del acto. Fijamos ahora el yo que impera en el "yo pienso" mismo, y puramente como el que ahí impera, por ende, el yo que en absoluta indubitabilidad está dado como el "sum cogitans". En cuanto absolutamente dado, o susceptible de ser llevado a darse en la mirada posible a priori de la reflexión fijadora, no es en modo alguno nada misterioso o aun místico. Yo me tomo como /134/el yo puro en tanto que me tomo puramente como el que en el percibir está dirigido a lo percibido, en el conocer a lo conocido, en el fantasear a lo fantaseado, en el pensar lógico a lo pensado, en el valorar a lo valorado, en el querer a lo querido; en toda ejecución de un acto [98]yace un rayo del estar-dirigido que no puedo describir de otra manera más que diciendo que tiene su punto de partida en el "yo", el cual evidentemente permanece ahí indiviso y numéricamente idéntico, mientras que vive en estos múltiples actos, actúa en ellos espontáneamente y en rayos siempre nuevos va a través de ellos a lo objetivo de su sentido. Hablando con más exactitud, el yo puro está además referido a objetos en modos muy diferentes, según la especie del acto ejecutado.