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Und zu dieser Sphäre [innerhalb der immanenten Zeitlichkeit: (Q.V.)] gehört auch das identische reine Ich. Es ist als identisches dieser immanenten Zeit. Ich bin und war dasselbe, das dauernd 5in dem und jedem Bewußtseinsakt "waltet", obschon andererseits kein reelles Moment desselben in der Weise eines Bestandstückes. Kein reelles Moment, das ist besonders zu beachten. Jedes cogito mit allen seinen Bestandstücken entsteht oder vergeht im Fluß der Erlebnisse.10 Aber das reine Subjekt entsteht nicht und vergeht nicht, obwohl es in seiner Art "auftritt" und wieder "abtritt". Es tritt in Aktion und tritt wieder außer Aktion. Was das ist und was es überhaupt selbst ist und leistet, erfassen wir, bzw. erfaßt es im Selbstwahrnehmen, 15das selbst eine seiner Aktionen ist, und eine solche, die absolute Zweifellosigkeit der Seinserfassung begründet. In der Tat ist ja das reine Ich kein anderes als welches Descartes in seinen herrlichen Meditationen mit genialem Blick erfaßt und als ein solches für immer festgestellt hat, an dessen Sein kein Zweifel 20möglich ist, das in jedem Zweifel selbst wieder als Subjekt des Zweifels notwendig zu finden wäre.
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Y a esta esfera [del interior de la temporalidad inmanente: (Q.V.)] pertenece también el yo puro idéntico. Este es en cuanto idéntico de este tiempo inmanente. Yo soy y era el mismo que, al durar, "impera" en éste y en cada uno de los actos de conciencia; aunque, por otro lado, no soy un momento efectivo del acto mismo a la manera de un fragmento integrante. No soy un momento efectivo: en esto hay que poner la atención particularmente.76 Todo cogito con todos sus fragmentos integrantes se origina o cesa en el flujo de las vivencias. Pero el sujeto puro no se origina ni cesa, aunque a su modo "entra en escena" y de nuevo "sale de escena". Entra en acción y queda de nuevo fuera de acción. Qué es esto y en general qué es y qué obra él mismo, lo captamos, o él lo capta, en el percibirse a sí mismo, que es justo una de sus acciones, y una acción tal que fundamenta la absoluta indubitabilidad de la captación del ser. De hecho, el yo puro no es otro, en efecto, que aquel que Descartes captó con mirada genial en sus magníficas meditaciones y estableció como tal para siempre, sobre cuyo ser no es posible ninguna duda, y que en toda duda volvería él mismo a encontrarse necesariamente como sujeto de la duda.