I2 (34) - Hua IV 140

Überlegen wir: das menschliche Subjekt, z.B. ich selbst, die Person, lebe in der Welt und finde mich von ihr abhängig. Ich finde mich in einer dinglichen Umgebung. Die Dinge da sind voneinander und ich von ihnen abhängig. Wir ziehen davon in 15Rechnung, daß mein Leib eben im dinglichen Zusammenhang steht und gewisse seiner materiellen Veränderungen in bestimmter Art psychophysische Korrelate haben. Dergleichen geht in die Auffassung insofern ein, als ich jederzeit ihrem Sinn folgend sagen kann: meine Hand ist von dem Stock getroffen 20worden, daher empfinde ich Berührung, Druck, leichten Schmerz. Andererseits aber ist es merkwürdig, daß ich mich so vielfach von Dingen bestimmt finde, ohne daß derartige psychophysische Abhängigkeiten eine Rolle zu spielen scheinen: nämlich in der Auffassung selbst. Unter den Dingen meiner 25Umgebung lenkt dieses da meinen Blick auf sich, seine besondere Form "fällt mir auf", den Kleiderstoff wähle ich um der schönen Farbe, des weichen Tuches willen; der Lärm der Straße "irritiert" mich, ich werde bestimmt das Fenster zu schließen; kurzum: in meinem theoretischen,30 emotionalen und praktischen Verhalten --- in meinem theoretischen Erfahren und Denken, in meinen Stellungnahmen des Gefallens, Mich-Freuens, Hoffens, Wünschens, Begehrens, Wollens --- fühle ich mich durch Sachen bedingt; aber das heißt offenbar nicht psychophysisch bedingt. 35Wie mich, so fasse ich jeden Anderen als in solchen Beziehungen von Sachen in dieser Weise direkt abhängig auf (aber keineswegs psychophysisch bedingt). Kenne ich die Person, so weiß ich im großen und ganzen, wie sie sich etwa benehmen wird. Für diese realisierende Auffassung spielen die psychophysischen Beziehungen,[141] mögen sie in dieser Mensch-Auffassung auch enthalten sein, offenbar keine aktuelle wesentliche Rolle. Auch die idiopsychischen Auffassungen, wiewohl sie mitspielen, können nicht für solche Realisierung konstitutiv aufkommen. Ich fasse mich 5in meinem Aktverhalten von den Dingen selbst, von ihrer schönen Farbe, ihrer sonderlichen Form, ihren angenehmen oder gefährlichen Eigenschaften abhängig auf: ich fasse mich darin nicht als abhängig auf von meinem Leibe oder meiner Geschichte. Dasselbe gilt in noch auffälligerem Maße von den Abhängigkeiten,10 in denen Personen sich von Personen abhängig wissen, und nicht bloß von einzelnen Personen, sondern von Personen-Gemeinschaften, sozialen Institutionen, von Staat, Sitte, Recht, Kirche usw. Die Auffassung des Menschen als reale Persönlichkeit ist durchaus von solchen Abhängigkeiten bestimmt, er ist, 15was er ist, als ein sich in seinem Verkehr mit den Dingen seiner dinglichen und den Personen seiner persönlichen Umwelt selbsterhaltendes und darin seine Individualität durchhaltendes Wesen. Und weiter sich selbst erhaltend gegenüber den objektiven geistigen20 Mächten, die, wie Rechtsinstitutionen, Sitten, Religionsvorschriften, ihm eben als Objektivitäten gegenüberstehen. In diesen Verhältnissen findet sich der Mensch bald gebunden, genötigt, bald ungebunden, frei; er fühlt sich auch bald rezeptiv, bald schöpferisch tätig. Aber wie immer: er findet 25sich als auf seine dingliche und geistige Umwelt real bezogen. Es ist nicht zufällig, wie sich der Mensch da verhält: wer ihn kennt, kann sein Verhalten voraussehen, seine Realität als Person besteht eben darin, reale Eigenschaften zu haben (als persönliche Eigenschaften), die geregelte Beziehungen auf diese Umwelt besitzen.30 Nun ist es einerseits zwar klar, daß in der Subjektauffassung hinsichtlich aller Aktzustände die physiopsychische und idiopsychische Abhängigkeit irgendwie aufgenommen ist, daß sie aber in allen den spezifisch persönlichen Zusammenhängen, in denen die Persönlichkeit ihre persönlichen Eigenschaften35 bekundet, eigentlich keine Rolle spielen.
I2 (34) 179 - Hua IV 140

Meditemos: el sujeto humano, por ejemplo, yo mismo, la persona, vivo en el mundo y me encuentro dependiente de él. Me encuentro en un entorno cósico. En él, las cosas son dependientes unas de otras y yo de ellas. Tomamos por ello en cuenta que mi cuerpo precisamente está en el nexo cósico y ciertas alteraciones materiales suyas tienen, de manera determinada, correlatos psicofísicos. Esto mismo entra en la aprehensión en la medida en que en todo tiempo, en conformidad con su sentido, puedo decir: mi mano ha sido tocada por el palo, por eso siento el contacto, la presión, un ligero dolor. Pero, por otro lado, es notable que me encuentre determinado por cosas de un modo tan variado sin que parezcan entrar en juego dependencias psicofísicas de esa índole: a saber, en la aprehensión misma. Entre las cosas de mi entorno, ésa de ahí atrae a sí mi mirada, su forma particular "me sorprende"; elijo la pieza de ropa por sus bellos colores, por la suavidad de su tela; el ruido de la calle me "irrita", me determina a cerrar la ventana; en suma: en mi conducta teórica, emocional y práctica ---en mi experimentar y pensar teórico, en mis tomas de posición del agrado, del alegrarme, esperar, querer, desear, tener voluntad--- me siento condicionado por cosas; pero manifiestamente esto no quiere decir condicionado psicofísicamente. Como me aprehendo a mí, así aprehendo a todos los demás: como igualmente dependientes directamente de cosas (pero de ningún modo psicofísicamente condicionados) en referencias semejantes. Si conozco a la persona, entonces sé, a grandes rasgos, cómo va tal vez a comportarse. Para esta aprehensión realizadora, las referencias psicofísicas, [141] así estén contenidas también en esta aprehensión-de-hombre, no desempeñan obviamente ningún papel esencial actual. Tampoco las aprehensiones idiopsíquicas pueden intervenir constitutivamente en tal realización, por mucho que tomen parte en el juego. Yo me aprehendo en los actos de mi comportamiento como dependiente de las cosas mismas, de sus bellos colores, de su forma particular, de sus propiedades agradables o peligrosas:/180/ no me aprehendo en tales actos como dependiente de mi cuerpo o de mi historia. Lo mismo vale en medida aún más sorprendente respecto de las dependencias en las cuales unas personas se saben dependientes de otras personas, y no meramente de personas singulares, sino de personas-comunidades, instituciones sociales, del Estado, las costumbres, el derecho, la Iglesia, etc. La aprehensión del hombre como personalidad real está completamente determinada por tales dependencias; él es lo que él es como un ser que, en su trato con las cosas de su mundo circundante cósico y con las personas de su mundo circundante personal, se preserva a sí mismo y con ello sostiene su individualidad. Y se preserva a sí mismo además frente a las fuerzas espirituales objetivas, que, como instituciones jurídicas, costumbres, prescripciones religiosas, le hacen frente precisamente como objetividades. En estas relaciones, el hombre se encuentra tan pronto atado, constreñido, tan pronto desatado, libre; también se siente tan pronto receptivo, tan pronto creativamente activo. Pero como siempre: se encuentra como referido realmente a su mundo circundante cósico y espiritual. No es casual cómo se comporta el hombre en él: quien lo conoce puede prever su conducta; su realidad como persona consiste precisamente en tener propiedades reales (como propiedades personales) que poseen referencias reguladas a este mundo circundante. Ahora bien, por un lado está muy claro que en la aprehensión de sujeto respecto de todos los estados de acto, la dependencia fisiopsíquica e idiopsíquica está de algún modo acogida; que, empero, no desempeña un papel propiamente dicho en todos los nexos específicamente personales en los cuales la personalidad manifiesta sus propiedades personales.