PW (H3) - Hua XXV 56

Die geistige Not unserer Zeit ist in der Tat unerträglich geworden. Wäre es doch nur die theoretische Unklarheit über den Sinn der in 15den Natur- und Geisteswissenschaften erforschten "Wirklichkeiten", was unsere Ruhe störte --- inwiefern nämlich in ihnen Sein im letzten Sinne erkannt, was als solches "absolutes" Sein anzusehen und ob dergleichen überhaupt erkennbar sei. Es ist vielmehr die radikalste Lebensnot, an der wir leiden, eine Not, die an keinem 20Punkte unseres Lebens haltmacht. Alles Leben ist Stellungnehmen, alles Stellungnehmen steht unter einem Sollen, einer Rechtsprechung über Gültigkeit oder Ungültigkeit, nach prätendierten Normen von absoluter Geltung. Solange diese Normen unangefochten, durch keine Skepsis bedroht und verspottet waren, gab es nur eine 25Lebensfrage, wie ihnen praktisch am besten zu genügen sei. Wie aber jetzt, wo alle und jede Normen bestritten oder empirisch verfälscht und ihrer idealen Geltung beraubt werden? Naturalisten und Historizisten kämpfen um die Weltanschauung, und doch sind beide von verschiedenen Seiten am Werk, Ideen in Tatsachen umzudeuten und 30alle Wirklichkeit, alles Leben in ein unverständliches ideenloses Gemenge von "Tatsachen" zu verwandeln. Der Aberglaube der Tatsache ist ihnen allen gemein.
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La necesidad espiritual de nuestra época de hecho ha llegado a ser insoportable. Lo que perturba nuestra tranquilidad no es sólo la falta de claridad teórica sobre el sentido de las 'realidades' estudiadas en las ciencias de la naturaleza y del espíritu, por ejemplo, hasta qué punto se conocerá por ellas el ser, en sentido absoluto; qué podría considerarse como ser 'absoluto' y si el mismo es, al final de cuentas, cognoscible. Nos apremia mucho más la exigencia absolutamente radical de vivir, exigencia que no se detiene en ningún punto de nuestra vida. Todo vivir es tomar posición, todo tomar posición depende de un deber, de un fallo relacionado con la validez y la no-validez de presuntas normas de validez absoluta. Mientras no se discutían estas normas, ni las amenazaba ni desdeñaba ningún escepticismo, no existía más que una cuestión vital: /67/el mejor modo de satisfacer en la práctica a esas normas. Pero ¿qué hacer ahora, cuando toda norma es discutida o empíricamente falseada y privada de su validez ideal? Los naturalistas y los historicistas luchan por la cosmovisión, y sin embargo, los dos acometen desde distintos lados la tarea de transmutar en hechos las ideas y de transformar toda realidad, toda vida en una incomprensible amalgama de 'hechos' sin ideas. Ambos comparten la superstición de los hechos.