Mujer de viento



Regreso contigo hacia la hondura,

al respirar entrecortado del sediento en el mar



Despiertas el aliento, la angustia de la felicidad incomprensible,

como cayendo por un pozo estrecho

en donde no estoy de pie sino sostenido en vilo;

y por la calle de parejas juntas,

cada abrazo tus manos, tus labios cada beso.



Déjame aprender contigo

a estar tan junto como solo,

estremecido, ahogándome de tu inminencia,

no alegre y no triste sino en felicidad,

sobrecogido por la totalidad del amor

y por la claridad del sacrificio.



Te llamo amor porque no tienes nombre,

mujer de tiempo y de distancia.

Me pesas en los párpados, me hablas en el pulso,

en la sombra que mis ojos adivinan, y en la luz,

en el frío que acecha junto a mi piel, y en la suavidad de la caricia,

en el gusto a manzana, y en el resabio de tu piel.



Con tu voz haces girar el mundo.

Cuando miras

unges de nitidez las orillas de los vientos.

Tienes los ojos en la luz;

brotan de ellos las aguas del aire y sus entornos.



Sin ti,

poco hay de firme, de bello y de profundo.





Esta versión: 19 de octubre de 2003.