Narciso Bassols

(23 de julio de 2001)

 

Hay multitud de individuos que, por toda una serie de triquiñuelas, casi a la fuerza, son aclamados en vida y son al morir objeto de exequias apoteósicas inmerecidas, lo cual naturalmente hace que, una vez pasadas las festividades, no hay quien se acuerde de ellos. Ejemplos sobran, tanto de vivientes como de muertos, pero sería concederles demasiada importancia y me desviaría demasiado de mi tema el que me propusiera yo mencionarlos siquiera. Me interesa más bien el contraste con esta otra clase de personas que mueren, por así decirlo, sotto voce, de manera discreta, sin plañideras en su velorio o durante su entierro pero que, primero, son recordadas siempre con admiración y respeto por quienes las conocieron y, segundo, se trata de seres cuya ausencia, aunque sea indirectamente y a distancia, inevitablemente se deja sentir. Me refiero a hombres que por su personalidad y sus realizaciones abren espacios que sus sucesores son simplemente incapaces de llenar. Tengo en mente, desde luego, a hombres (y mujeres) que en vida se fijaron entre sus objetivos el de trabajar para los demás, el de iluminar con su inventiva y con su ejemplo algún sector de la humanidad. Cuando gente así fallece es la sociedad en su conjunto, inclusive si no está consciente de ello, quien pierde y esta pérdida, más que manifestarse en aspavientos y haciéndose jirones la ropa, se resiente en silencio, por sus desastrosas consecuencias. Eso es precisamente lo que sucedió para nuestro país cuando hace 42 años, el 24 de julio de 1959, murió en la Ciudad de México, en forma me temo que no del todo aclarada todavía, el Licenciado Narciso Bassols. No tengo la menor duda de que, después de leer este modesto homenaje, el lector encontrará estas palabras plenamente justificadas.

 

      Mi orden de exposición será el inverso del orden cronológico normal. Empezaré, por lo tanto, por su muerte. Hay de ella una versión, viz., la oficial, esto es, la del “accidente”, pero tal vez podría construirse otra, a la que podríamos llamar ‘inferencial’ y que sería la del asesinato político. No hay, obviamente, pruebas para esta hipótesis, puesto que si las hubiera no tendríamos que estar especulando, pero confieso que por diversas razones me inclino por ella y si tuviera razón ello sería importante. Recuérdese que era a la sazón Secretario de Gobernación el tenebroso Gustavo Díaz Ordaz y su sub-secretario era ni más ni menos que Luis Echeverría (cuyo brazo derecho a su vez era, como bien se sabe, Fernando Gutiérrez Barrios). La situación de México era agitada: ferrocarrileros y maestros estaban a punto de parar el país y el descontento popular crecía. El recién llegado a la presidencia, Adolfo López Mateos, no parecía estar en control de la situación. Tuvo entonces lugar una reunión casi secreta con el Lic. Bassols sin que, al parecer, hubieran llegado a ningún acuerdo. En comunicación personal, éste le habría confiado después de la reunión a alguien que o se entendían razones o pronto él y el presidente “se encontrarían en el camino”. Al poco tiempo sobrevino el “accidente”  que, si esta hipótesis fuera acertada, representaría quizá el primer gran crimen político cometido en México en la segunda mitad del siglo XX. Habría sido entonces que se habría iniciado un periodo de represión que llega hasta nuestros días: se perpetraron muy poco después los crímenes en contra de Rubén Jaramillo y su familia, sobrevino la tragedia de 1968 y sus secuelas y luego se produjo la negra serie de asesinatos de periodistas, candidatos de oposición, sindicalistas, estudiantes, etc., que alcanzó su cúspide durante los sexenios de Carlos Salinas y Ernesto Zedillo. Con la muerte del Lic. Bassols, acogida con un ominoso silencio par parte del gobierno de López Mateos, los gobernantes se habrían dado cuenta de que la eliminación física de los hombres de oposición era un mecanismo viable para acallar la protesta, puesto que si funcionaba con personajes como el Lic. Bassols de seguro funcionaría con cualquier otra persona. Esto da una idea de la talla del hombre a quien en esta ocasión recordamos. La pregunta interesante aquí sin duda alguna es: ¿cómo y por qué un simple civil, que no formaba ya parte del gobierno, que distaba mucho de ser un militar o un hombre opulento, era consultado por el presidente de la República en una situación tan delicada como aquella por la que atravesaba México y se consideró que era políticamente indispensable aniquilarlo? Esto sólo se entiende si nos enteramos de algunos de los hechos de su vida y si a través de su enunciación logramos aprehender el significado real del personaje político.

 

      El Lic. Bassols cursó la carrera de Derecho después de brillantes estudios pre-universitarios. Esto lo digo porque hay todavía una carta del Mtro. Antonio Caso en la que afirma que su mejor alumno en la clase de lógica había sido precisamente Narciso Bassols. Fue muy joven Secretario de Gobierno de su estado, esto es, del Estado de México, ya que él nació en la población de Tenango del Valle, en cuyo parque central hay ahora un sencillo busto de él. Ocupó posteriormente el cargo de director de la Facultad de Derecho y siendo director estableció los nuevos planes académicos, en los que se contemplaba la creación de la hasta entonces inexistente carrera de economía y de la que habría de surgir, muchos años después, la Facultad de Economía de la UNAM. Una de sus aportaciones importantes como jurista fue la redacción de la Segunda Ley Reglamentaria del artículo 27 constitucional en materia agraria, ley que fue derogada precisamente por su carácter avanzado. Ahora bien, como por aquél entonces el país no podía darse el lujo de desperdiciar a su gente valiosa, quienes estaban al frente de la nación de inmediato se percataron de que, aunque apartidista e independiente, a ese hombre no se le podía hacer a un lado, no se le podía ignorar. Tenía, pues, que formar parte del gobierno. Y así sucedió en lo que fue un movimiento permanente de atracción y repulsión que duró más de dos décadas. Así, con diferentes administraciones, el Lic. Bassols fue Secretario de Educación, de Gobernación, de Hacienda, representante de México en la Liga de las Naciones, embajador de México en Inglaterra, en Francia y en la Unión Soviética. Hacia el final de su constructiva vida se había ganado el respeto hasta de sus más acérrimos adversarios políticos y, en cierto sentido, había trascendido el plano de la política nacional, puesto que un poco antes de su muerte había sido nombrado miembro del Consejo Mundial de la Paz, encabezado por el gran físico francés Joliot Curie. Y fue súbita e inesperadamente cuando, después de 30 años de actividad fructífera y benéfica para México que, un triste viernes, en plenitud de capacidades tanto físicas como mentales, encontró la muerte haciendo su matinal ejercicio, un recorrido en bicicleta, en el parque de Chapultepec.

 

      Los rasgos de personalidad del Lic. Bassols eran fácilmente descubribles. Dotado de un contundente lenguaje, una extensa cultura y un gran sentido del humor, el Lic. Bassols estaba imbuido de un profundo amor por México y este amor lo llevó a trabajar incansablemente y a delinear en forma inconfundible su posición en relación con las situaciones que se fueran gestando. Dos facetas llaman particularmente la atención: su acrisolada, legendaria honradez y su marcada proclividad por las renuncias. Veamos algo de la primera. Hay que señalar que, dejando de lado el enriquecimiento que constituía el privilegio de conocerlo y tratarlo, no dejó en herencia después de haber ocupado tantos puestos importantes nada, aparte de sus objetos de uso personal y su biblioteca. Para ilustrar este aspecto de su vida, vale la pena traer a la memoria la siguiente anécdota: el brillante pintor mexicano Claussel le regaló uno de sus poco numerosos cuadros. Al verse en aprietos económicos, el Lic. Bassols quiso venderlo, pero sus amigos se lo impidieron; organizaron una subasta y se ganó el cuadro el Lic. Víctor Manuel Villaseñor, quien lo volvió a subastar. La segunda vez se lo sacó quien habría de ser Secretario de Relaciones Exteriores durante el periodo de Díaz Ordaz, quien definitivamente se quedó con el cuadro. En todo caso, fue así como en esa ocasión salió adelante de sus penurias económicas. Consideremos brevemente ahora la segunda de las cualidades mencionadas. Al Lic. Bassols, hay que indicarlo, se le conocía como el ‘campeón de las renuncias’. El apelativo se lo ganó simplemente porque si las decisiones del presidente en turno no eran las que en su opinión eran congruentes con lo que el desarrollo del país exigía, ni tardo ni perezoso le presentaba su renuncia al cargo. Los presidentes lo sabían y, hasta López Mateos (y con la posible excepción de Miguel Alemán), así lo aceptaron. Quizá un ejemplo de lo que eran su pulcritud política sea aquí útil: como miembro de confianza del gabinete del presidente Cárdenas, éste le encomendó la delicada misión de transmitirle al General Calles, con quien el Lic. Bassols había colaborado estrechamente, su deseo de que abandonara el país. Quienes conocen un poco la historia de México tendrán presente las fuertes tensiones que se produjeron entre los dos generales y los riesgos que se corrían. El Lic. Bassols alcanzó exitosamente la meta, persuadió al General Calles de que se fuera, probablemente evitando con ello un conflicto nacional serio, pero una vez presentado su informe al presidente de la República de inmediato le presentó su renuncia “por lealtad al General Calles”. Otra anécdota digna de contarse concierne al presidente Abelardo Rodríguez. Siendo el Lic. Bassols Secretario de Gobernación, se legisló la prohibición de los casinos en México. Surgió de pronto un grave problema cuando quedó claro que había un casino propiedad precisamente del presidente. Como era su costumbre, el lic. Bassols primero procedió de conformidad con la ley e inmediatamente después presentó su renuncia.

 

      La labor del Lic. Bassols en materia de política educativa no ha sido aún debidamente reconocida. Si hubo alguien que apoyó la educación agraria fue él. Para su gloria, he de decir que, después de dos años de permanente acoso y enfrentamiento, las asociaciones de padres de familia, manipuladas por la iglesia Católica, lo obligaron a renunciar por su introducción de la biología en los niveles primarios de educación. Por lo que se le atacaba era por lo que entonces se llamaba su programa de “educación sexual” y, desde luego, por la educación laica que se estaba entonces imponiendo en las escuelas de México. No olvidemos que se acababa de padecer la insurrección cristera y las llagas de esa rebelión estaban todavía abiertas. Dadas las presiones, el secretario tuvo que irse, pero dejó sentadas las bases de los ulteriores programas de educación nacional. Pero su labor educativa no terminó allí. Desde la secretaria de Hacienda, durante el periodo del Gral. Cárdenas, el Lic. Bassols sentó las bases legales y financieras para la fundación del Instituto Politécnico Nacional. Fue ésta una semilla que ciertamente fructificó.

 

      Durante el cardenismo, el Lic. Bassols desempeñó diversas funciones, pero hay una que merece particular atención. Tengo en mente su labor como diplomático. Después de un famoso discurso de protesta como representante de México ante la Liga de las Naciones (la ONU de la época) por la artera invasión italiana de Etiopía, fue nombrado embajador en Gran Bretaña, en donde su desempeño y distinción lo hicieron acreedor de un trato particularmente deferente por parte de Eduardo VIII. Hay referencias de que el rey disfrutaba de su conversación y apreciaba sus puntos de vista. Al poco tiempo, fue hecho embajador en Francia. España estaba entonces asolada por la insurrección franquista y el Lic. Bassols, hay que decirlo, participó activamente y peleó en el frente. La guerra forzó a miles de personas a refugiarse en el sur de Francia, en donde eran hacinados en auténticos campos de concentración y en donde eran bestialmente tratados. Fue entonces que el embajador Bassols viajó a México para solicitarle al entonces presidente Cárdenas que se permitiera ingresar al país a lo que serían cientos de miles de refugiados. Primero renuente pero persuadido por la argumentación del embajador, el presidente Cárdenas terminó por dar su aprobación. Se inició entonces el traslado de decenas de miles de personas, hombres y mujeres, adultos y niños. El dinero que se juntó durante todo ese proceso fue manejado por el Lic. Bassols y, contrariamente a lo que sucede ahora hasta con empleados del más bajo nivel, no se perdió un centavo. Los dirigentes de la comunidad española lo supieron siempre y por eso siempre le tuvieron inmensos respeto y aprecio. Y, la verdad sea dicha, la jugada política y humanitaria del Lic. Bassols fue estupenda: vino a México lo mejor de España. Llegaron artistas, matemáticos, filósofos, juristas, maestros, etc. Y si bien la decisión final le correspondió al presidente Cárdenas, quien la ideó e instrumentó fue quien entonces era su embajador en Francia.

 

      Hay algo de la vida del Lic. Bassols que merece ser enfatizado, sobre todo porque echa por tierra mitos torpes y de los que se han valido muchos parásitos y oportunistas. Como sin duda alguna lo dejan traslucir las líneas hasta aquí escritas, el Lic. Bassols era, sin ser miembro de ningún partido comunista, un hombre de izquierda, como lo era precisamente en aquella época la gran mayoría del staff de la Universidad de Cambridge, por ejemplo. Pero precisamente ese hombre de izquierda se encontraba en el centro de la vida política y cultural del país. Amigos (en diverso grado, desde luego) de él eran personajes tan diversos como Diego Rivera, Siqueiros, Salvador Novo, José Gorostiza, Samuel Ramos, León Felipe, Frida Khalo, Carlos Pellicer, María Izquierdo, Wenceslao Roces, Carlos Chávez, Jesús Silva Herzog (padre) y muchos otros más. Inclusive opositores políticos serios como Gómez Morín, el fundador del PAN, sentían por él un especial aprecio. Su sencilla casa rentada (que aún existe, en Tacubaya, en la calle de Antonio Maceo) era un centro nacional de consulta: todos los días asistían a ella políticos, sindicalistas, líderes estudiantiles, artistas, etc. No fue por casualidad que Diego Rivera lo nombró su albacea, en un memorable documento en el que dice no conocer a otra persona más digna y honorable para ese cargo que el Lic. Bassols. Cómo y por qué Lola Olmedo, después de la renuncia del Lic. Bassols al cargo de albacea, se quedó con más de 400 cuadros del maestro es algo todavía por investigar.

 

      He aludido, bastante superficialmente, a la faceta pública del Lic. Bassols. Quiero decir ahora unas cuantas palabras sobre su vida personal. Era un hombre que de manera natural fijaba las distancias y establecía las reglas del trato. Nada más lejos en un ser humano como él que la petulancia y las motivaciones bajas, las ambiciones prosaicas o las maniobras turbias. Pero quiero decir que no sólo fue un hombre admirado, admirado por su elocuencia y su laboriosidad, por su integridad personal y por sus móviles superiores, sino que fue un hombre querido por todos quienes lo rodearon. El sentido de extravío en que nos dejó su totalmente sorpresiva muerte y el de responsabilidad por estar a la altura de su apellido todavía están vivos. Cité ya en mi artículo “Justicia (II)” las conmovedoras palabras de Don Jesús Silva Herzog en el Panteón Jardín. Creo haber proporcionado elementos que hacen ver que el Mtro. Silva no hacía más que expresar un sentimiento compartido.

 

      El Licenciado Narciso Bassols sintetizó en forma nada usual el intelecto y la acción. Traductor estupendo de libros, articulista temido, orador formidable (quizá ésta su virtud más notoria), fue también hasta el último día de su vida un actor político insoslayable. Como parte de su acción está el haber sido director de lo que, viéndolo retrospectivamente, me parece el mejor periódico que se haya jamás producido en México, a saber, Combate, publicado en los años 40. Asimismo, fue miembro fundador, con Vicente Lombardo Toledano, del Partido Popular Socialista, al cual por diversas incompatibilidades renunció. No era, pues, alguien con quien se pudieran negociar las posiciones. Fue un hombre así, tan necesario para México, tanto por los efectos de su acción como por su ejemplo, que murió en el hospital Rubén Leñero de la Cruz Verde en la fecha indicada. Quisiera ahora especular: ¿qué del México de hoy es incompatible con la visión que de él tenía el Lic. Bassols? 

 

      Los Estados Unidos, por sus requerimientos de expansión, su voluntad hegemónica e imperialista de triunfadores en la Segunda Guerra Mundial, llevaron durante medio siglo a América Latina por un aborrecible sendero de golpes de estado, tortura política, empobrecimiento sistemático, deuda externa, etc. Poco a poco, mas no ineluctablemente, México se fue encaminando hacia una situación de dependencia cada vez mayor frente a sus vecinos del norte: dependencia financiera, alimentaria, comercial, cultural, etc. Se impusieron valores que no emanaban de la evolución natural del país y, sobre todo, de su gran revolución agraria. Se desligó al gobierno de la República de multitud de compromisos frente a la nación, la cual quedó desprotegida. Triunfaron los farsantes, los vende-patrias, los golpeadores. Se desmanteló la infraestructura rural del país: para beneficio y regocijo de unos cuantos intermediarios, ahora importamos hasta frijol y maíz. La educación nacional se comercializó y la propiedad rural comunal, esto es, el ejido, gracias a la reforma de Carlos Salinas quedó desprotegido y prácticamente desmantelado. Por eso, en gran medida, está el campo mexicano en el desastroso estado en que se encuentra. En otras palabras, triunfó prácticamente todo lo que era incompatible con la bella, sana y liberadora visión nacionalista de Narciso Bassols. Pero, como siempre en la historia, sabemos que esos triunfos son pasajeros. Nosotros confiamos en que el pueblo de México volverá a levantar la cabeza, a reivindicar sus derechos naturales y a pelar por ellos y en esa nueva lucha, en ese nuevo periodo histórico que ahora comienza, la imagen y el ejemplo de Narciso Bassols (y de algunos otros mexicanos valiosos como él) estarán presentes y servirán de guías. El Lic. Bassols es la mejor demostración de que es totalmente falso que no se puede ser culto, inteligente,  brillante, elegante y al mismo tiempo de izquierda, que el famoso y nada edificante dictum de Hank González (que a tantos deja boquiabiertos) en el sentido de que “un político pobre es un pobre político” no pasa de ser una despreciable baladronada de la época de la gran corrupción y no una verdad histórica, no digamos ya una verdad necesaria. Es justamente por carecer de hombres como Narciso Bassols, grandes políticos y no ricos, que México se extravió, pues ya sin dedos acusadores que los denunciaran se apoderaron de él fácilmente oportunistas y delincuentes de todas las calañas. Pero en el nuevo periodo de la historia de México, periodo que se inicia (nada más eso) con la histórica derrota del partido que prostituyó a la política nacional, aquellas dañinas momias políticas quedarán relegadas al olvido, en tanto que hombres como Narciso Bassols (a quien el New York Times calificó en su nota necrológica como el opositor político a los norteamericanos de más calibre en América Latina) ocuparán en la conciencia nacional el puesto que merecen y que sin duda alguna la historia les tiene reservado.